Cuando vi la segunda parte de la película Avatar me quedé impregnada de esta frase: “Yo te veo significa: veo tu alma, tu verdadera esencia, veo quién realmente eres. Te respeto, te saludo, te honro, te reconozco, te recibo… Conecto contigo”.
Cuando decidimos que el XVII Congreso de Escuelas Católicas hablaría de las personas, no pude sino reconectar con esta frase. A veces miramos al otro pero no lo vemos, y si lo vemos, pasamos por alto su esencia, quedándonos, en el mejor de los casos, en la parte más superficial, sin ahondar; pero muchas otras veces, dejándonos arrastrar por los prejuicios. No vemos a quien tenemos delante, sino a quien imaginamos que tenemos delante.
Ver el alma de las personas, ver su verdadera esencia, sin adelantarse, sin enjuiciar, con mirada limpia; traerá aparejado un profundo respeto, un reconocimiento, una aceptación. Y solo así lograremos conectar con autenticidad, saludar desde el amor al otro, y a su vez saludarnos a nosotros mismos, tomando conciencia de quiénes somos también desde la complementariedad con el otro.
Esta tarde estudiaba con mi hija de 6º de Primaria las placas tectónicas. Las describía en sus apuntes como las piezas de un puzzle en la corteza terrestre. Unas piezas en continuo movimiento, un movimiento en equilibrio imperceptible para el ser humano. Cuando ese movimiento se hace demasiado brusco y el ser humano lo capta es porque una catástrofe se acerca. Así, el equilibrio de las piezas del puzzle en las relaciones humanas ha de respetar la esencia de cada uno, porque si se produce un choque brusco, si se avasalla o si hay una falta de consideración, las piezas del puzzle se descomponen, como se descompone la relación, el respeto y el autorespeto.
Y de todo eso precisamente va el Congreso “Ser, estar, educar… con nombre propio”; un congreso que quiere “ver” de verdad a las personas, a todas y cada una. A todas como un ser común con una misión evangélica común. A cada una como un ser único, al que Dios llama por su nombre.
«Ser, estar, educar… con nombre propio», destaca la importancia de tres verbos que son clave en el proceso educativo. “Ser” enfatiza en la identidad y los valores fundamentales, “estar” implica presencia activa y compromiso, y “educar” hace alusión a la misión de la escuela. Una misión que se centra en la individualidad y la atención personalizada, destacando la importancia de reconocer a cada persona “con nombre propio” y de manera única en la comunidad educativa. Conocer sus necesidades, intereses y capacidades; ofrecer acompañamiento personalizado; y respetar la diversidad y singularidad de cada persona.
En el corazón de nuestro lema, se encuentra la convicción profunda de que cada persona es única. La expresión «con nombre propio» condensa la esencia de nuestro enfoque educativo. Imagina un aula donde cada rostro es más que un número, donde cada voz es singular y contribuye al aprendizaje colectivo. Reconocemos que el proceso educativo no es uniforme. Cada persona, cada estudiante es un mundo por descubrir, con talentos, desafíos y sueños que llevan consigo un nombre, una identidad inconfundible.
En este contexto, “con nombre propio” también nos habla de la mirada de Dios. Descubrimos que Dios nos quiere como individuos únicos, que nos llama por nuestro nombre, y que al educar “con nombre propio” ayudamos a cada persona a descubrir el significado profundo de su existencia.
En fin, estamos trabajando por un congreso que sencillamente quiere ayudar a hacer sentir a las personas desde su verdadera esencia sin que sea cosa de una película de ciencia ficción; un congreso que quiere actuar como placas tectónicas, siempre en movimiento pero sin avasallar, con respeto y reconocimiento de uno mismo y del otro. Un congreso de personas, para personas, con personas… cuya misión es la misión de la escuela católica.
Victoria Moya Segura
Directora del XVII Congreso y del Departamento de Comunicación de EC