Cada inicio de curso escolar es una invitación a comenzar de nuevo. No se trata de repetir lo anterior ni de continuar lo ya iniciado, sino de comenzar verdaderamente. Como escribió San Agustín: “El hombre fue creado para que hubiera un comienzo”. Esta afirmación nos recuerda que la tarea educativa no consiste en reciclar valores ni en reproducir esquemas, sino en acoger con esperanza cada nueva generación, cada nuevo comienzo, como una oportunidad inédita que nos renueva y nos impulsa a levantar nuevas atalayas para el pensamiento y la evangelización. Todo se juega de nuevo. Todo se abre de nuevo.



