Una región sin memoria es una región condenada a repetir los peores errores de su historia. Y un continente que no cultiva la educación de su gente será siempre un continente pobre, proclive a las guerras y anclado en las trincheras de la ignorancia.
Si la historia nos ha enseñado algo, es que en Europa necesitamos jóvenes bien formados y conscientes de su pasado, conscientes también de lo que hoy significa pertenecer a la Unión Europea. Nelson Mandela decía que “la educación es el arma más poderosa que podemos usar para cambiar el mundo”. Eso es, exactamente, la UE: un artefacto diseñado desde las lecciones del pasado, dispuesto a cambiar el mundo para mejorarlo, a defender la educación como un derecho fundamental. Como una necesidad, añadiría yo, si queremos hacer frente a los retos del siglo XXI.

Ya desde sus tratados fundacionales la UE establecía la educación de calidad como una de sus áreas prioritarias, en cooperación y apoyo a los estados miembros que son, hoy día, quienes tienen las competencias responsables de educación y formación. El papel de las instituciones europeas consiste en apoyar las acciones nacionales y fomentar una cooperación más intensa en toda la comunidad.

Así, entre 2014 y 2020 se han destinado más de 49.000 millones de euros de fondos europeos a proyectos destinados a la formación profesional y educativa en toda la UE. España es uno de los países que más fondos ha recibido de la UE (3.000 millones), en quinto lugar, por detrás de Italia, Polonia, Portugal y Alemania, pero por delante de otros países grandes como Reino Unido, Francia o Grecia.

Qué duda cabe de que la educación española se ha beneficiado -y mucho- de estos 32 años de integración europea. Los últimos informes del Ministerio de Educación nos sitúan por encima de la media europea en alumnos matriculados en educación terciaria, pero seguimos teniendo déficit en el número de estudiantes que terminan la Secundaria.

Las escuelas son el cemento necesario para construir el concepto de ciudadanía. Después, serán las universidades y las instituciones de formación profesional la mejor base para el crecimiento y el empleo. Para garantizar un país sólido en innovación y cohesión social. Y aviso a navegantes: aunque no se mencione con tanta frecuencia, tan importante es que nuestros jóvenes estén bien educados en historia, ciencias y leyes, como también en valores: solidaridad, paz, libertad, respeto por los derechos humanos e igualdad, que son algunos de los valores que nos definen como europeos, son el verdadero ADN de nuestros tratados.

Una de las iniciativas que sin duda más satisfacción personal me ha producido desde que comencé mi andadura como Directora de la Oficina del Parlamento Europeo en España, ha sido poder promover la creación de una asignatura voluntaria sobre la UE, que será ofertada por la Comunidad Autónoma de Madrid a alumnos de tercero y cuarto de Secundaria a partir del próximo septiembre. Es solo un inicio y el mérito real es del equipo de la Comunidad que logró ejecutarlo e incluirlo en el currículum, pero haberles animado con éxito a emprender esta tarea será siempre mi mejor recompensa. Una labor que acaba de comenzar: todavía nos quedan 16 comunidades y 2 ciudades autónomas más por convencer.

Pero hoy no podemos hablar de educación en Europa sin mencionar a su proyecto estrella, Erasmus+, que ha cumplido ya más de 30 años. Si en 1987 apenas 95 estudiantes participaron en la primera edición de esta aventura -que nacía para facilitar el conocimiento de otras culturas y despertar el espíritu europeísta entre los ciudadanos de la Unión-, desde entonces más de 9 millones de jóvenes han participado en el programa. Una experiencia que a casi todos acaba cambiando sus vidas. Y Erasmus no es solo para los jóvenes, sino también para los profesores: solo en 2015, más de 100.000 docentes viajaron al extranjero becados por Erasmus.

¿Por qué apuesta la UE por la movilidad de estudiantes y docentes? Las cifras lo demuestran: según un informe reciente de la Comisión Europea, el 83% de los participantes en programas de educación superior se siente más europeo tras su estancia en el extranjero, mientras que el 85% de los que se unen al servicio de voluntariado (un proyecto para trabajar en ONG de otros países de la UE) afirma ser más consciente de los valores comunes europeos. Viajar es hacer Europa.
De más reciente creación es el programa de Escuelas Embajadoras creado por el Parlamento Europeo, por el que en solo tres años 105 escuelas de todas España han convertido a sus alumnos en “embajadores de la UE”. Los requisitos primordiales de este programa son difundir la conciencia europea, el entusiasmo y las ganas de trabajar en proyectos que acerquen la UE a sus estudiantes. Más antiguo y totalmente consolidado es el concurso Euroscola, creado también por el Parlamento Europeo y que el solo el año pasado permitió que 15 equipos de estudiantes viajaran a Bruselas y conocieran de cerca la institución.

Europa somos todos nosotros. Como adultos, tenemos la responsabilidad de ofrecer a los jóvenes un futuro que les permita vivir compartiendo valores de libertad, solidaridad, igualdad y respeto a los derechos humanos. Empecemos por garantizarles una buena educación.

María Andrés Marín
Directora de la Oficina del Parlamento Europeo en España

@MariaenEUropa