Somos porque somos amados. Necesitamos que nos cuiden, vivir en relación, vivir en comunidad. Dependemos de otros. Somos receptivos y lo que recibimos, nos conmueve.
Junto a nuestra inteligencia, captamos la realidad con la afectividad, con el corazón. El conjunto de competencias propias de la afectividad es a lo que se denomina hoy Inteligencia Emocional (IE). Factores de la IE: percibir mis afectos, verbalizarlos, regularlos, reconocer las emociones ajenas y gestionar las relaciones. Reconocer las emociones ajenas es lo que denominamos empatía.
✓ Para la felicidad y la madurez influye el CI un 20 % y el 80% el CE y tener un sentido en la vida.
✓ Desde los filósofos clásicos hasta la moderna psicología se ha sabido de la conexión entre intelecto y afecto. En los últimos veinte años han surgido varios modelos psicológicos basados en este hecho, siendo las aportaciones más importantes las de Mayer y Salovey (1997) y las de Pétrides y Furnham (2001), aunque la más divulgada es la de D. Goleman (1995). Según Mayer y Salovey, la IE es la capacidad de percibir, valorar, comprender y expresar afectos propios, percibir, comprender y valorar los ajenos y regular las emociones.
✓ Todo desarrollo del talento de los alumnos ha de tener en cuenta esta conexión de lo intelectivo con lo emocional.
Descubrir la propia dignidad y promover el amor a uno mismo (philautía)
Todo trabajo con la afectividad parte del descubrimiento de la propia valía, de la propia dignidad, de que merezco ser amado. Para lograr la madurez emocional y para educar en competencias emocionales resulta imprescindible trabajar un fundamento previo:
– Descubrir la propia dignidad, es decir, que valgo infinito.
– Valorar todo lo bueno que hago, todo lo que hago bien.
– Valorar todo lo bueno que hay en mí.
– Procurarse recursos psicológicos para estar en buena forma.
Promover el conocimiento de los propios sentimientos
Muchas veces no reaccionamos ante lo que ocurre sino en función de mis interpretaciones de lo que ocurre, a su vez mediadas por heridas previas o por esquemas previos. Se producen frecuentemente distorsiones cognitivas que me impiden conocer la realidad.
- Puede ocurrir que alguien niegue la existencia de lo que siente; o que lo sienta, pero no lo sepa expresar; o que lo sienta pero que no lo exprese adecuadamente; o que lo sienta y lo exprese adecuadamente, con control.
- No se pueden juzgar los sentimientos como buenos o malos. Manifiestan lo que somos. Por tanto, es importante adquirir una actitud de no negarse a uno mismo, de apertura a la expresión de nuestro yo más profundo.
- Los sentimientos siempre resuenan corporalmente: atender al cuerpo es una primera vía de encontrarse con los propios sentimientos.
- Por último, es necesario una hermenéutica afectiva, para saber reconocer el mensaje que tiene todo sentimiento, positivo o negativo. Todo afecto (sentimiento o emoción) es señal de lo que va bien o va mal, un modo de ser de la persona y, sobre todo, encierra un para qué, un mensaje sobre lo que hay que cambiar y un impulso para hacerlo.
Darme cuenta de qué siente el otro (empatía)
La empatía es la competencia emocional que consiste en reconocer el pensamiento y los afectos del otro. Gracias a la empatía somos capaces de ponernos en el punto de vista de los otros, de escucharlos, de darnos cuenta de lo que sienten, necesitan y piensan.
– La empatía es la capacidad de ponerse en el punto de vista del otro, de captar la emoción y la perspectiva de otro, haciéndolo resonar en mí.
– En segundo lugar, implica la capacidad de expresárselo, de hacerle ver que le comprendo, para que el otro se sienta entendido y se pueda entender.
– Se trata de captar el mundo implícito del otro sin juzgarle, sin aconsejarle, sin analizarle.
– Esto supone comprender al otro sin juzgarle, para ver siempre su lado positivo. Puedo conocer el mundo interior del otro.
– La empatía permite la regla de oro de toda relación: Atribuir los aspectos positivos del otro a causas disposicionales, internas, a su forma de ser y atribuir los aspectos negativos del comportamiento del otro a causas situacionales, externas. Así mantenemos ante nosotros la buena imagen del otro. Esto permite acompañarle, perdonarle, resolver problemas.
Para que sea posible la empatía es necesario ponerse a la escucha de lo que el otro nos comunica tanto con sus palabras como con sus gestos y dejar que el otro haga eco en mí. Se trata también de captar al otro a la vez que a mis propias reacciones. A veces este lenguaje no verbal (lo que nos muestra con su tono de voz, sus gestos o su postura) nos dicen muy claramente cómo se encuentra. Basta con estar a la escucha.
Para que haya comunicación es necesario saber escuchar. Escuchar no es oír sino ponerse activamente a atender al otro, para lograr ponernos en su punto de vista. Al escuchar, pongo en juego mi empatía. Pero la empatía supone una escucha.
La persona que escucha activamente quiere entender a la otra persona, entender el sentido que ella le quiere transmitir, para lo cual es necesaria la empatía, es decir, saber ponerse en el lugar de la otra persona. Estamos atentos a lo que dice y a cómo lo dice, es decir, al lenguaje verbal y al no verbal.
Verbalizar sentimientos
Verbalizar y manifestar afectos nos permite hacer nuestros los sentimientos y emociones, evitando así que se pudran en el inconsciente, y que se neuroticen. En todo caso, como herramienta para trabajar la expresión del sentimiento y lograr así su evacuación se ha de expresar o narrar:
✓ Qué ha sucedido.
✓ Qué se ha sentido.
✓ Cómo se ha manifestado corporalmente.
✓ Qué reacciones de comportamiento se han tenido.
✓ Qué necesidad mía se ha puesto en juego.
Al cabo, la persona ha de ser capaz de aceptar su propia necesidad. La persona se hace así cargo de sus propios sentimientos, lo que resulta esencial para asumir la propia vida. La tarea del profesor será la de acompañar esta expresión.
Gestionar sentimientos: claves para su educación
No puedo impedir que surjan en mí unos afectos u otros. Pero sí está en mi mano modularlos. Para modular y controlar los sentimientos, en general, hay diversos instrumentos:
- Verbalizarlos. Ya es una manera de manejarlos. Al exprésalo, me libero
- Aceptándolos.
- Promover la interpretación positiva de cada acontecimiento.
- Promover actitudes y sentimientos positivos y minimizar los sentimientos y actitudes negativas. Agradecimiento. Perdón.
- Darse automensajes de confianza y automensajes positivos.
- Ejercitar la relajación y la respiración.
- Encajar frustraciones como parte natural en todo crecimiento.
- Descansar, dormir, hacer ejercicio físico, alimentación adecuada paseo moderado, provocar bostezos, no tener excesivas horas-sobre todo por la noche- el ordenador, hora fija de acostarse: orden en horario.
Respecto de los sentimientos negativos:
- Cambiar la expresión corporal. Obrar ‘como sí’.
- No permitir que aniden en uno la idea, imagen o pensamiento perturbador.
- Cambiar la interpretación del suceso, viendo lo que tiene de bueno, de oportunidad, de reto, de positivo. Narrarme los acontecimientos en clave semántica positiva (agradecimiento, buena suerte, alegría, asombro, humor, agradecimiento, etc.).
- Relativizar lo relativo. Ver todo desde la perspectiva de la propia finitud. Aprender a vivir con humor.
Vivir en clave positiva
Desde la psicología positiva (Seligman), se ha revalorizado la propuesta aristotélica del ‘vivir bien’ en el sentido de una vida orientada hacia un sentido y con actitudes positivas y hábitos positivos. La vida causa los mismos problemas y dolores a optimistas y pesimistas, pero los primeros saben afrontarlos mejor. La clave, por tanto, no está en lo que nos sucede sino en cómo afrontamos lo que nos sucede.
Crear estados afectivos empáticos y positivos en clase, favorece las relaciones y el aprendizaje. A la hora de acompañar a alumnos esto supone promover:
- La experiencia de la propia valía incondicional del alumno. Generar una actitud positiva (de afecto, aceptación, valoración) hacia uno mismo y hacia los demás.
- Descubrir y tener objetivos vitales importantes y relevantes. Lo importante es el para qué de la vida, más que el cómo.
- Estilo de atribución positiva: locus interno. Es un proceso cognitivo por el cual se atribuye la causalidad de lo que ocurre o bien en el exterior de la propia persona o en el interior. Es lo que se llama locus externo o interno.
* Si se atribuye la responsabilidad de lo que ocurre en el exterior, la persona no se responsabiliza de lo que ocurre, no se percibe como su causa. Se atribuye a los demás, o a las circunstancias, la causa de lo que ocurre. Entonces, uno se percibe como víctima, irresponsable, y esto afecta negativamente en el ámbito emocional, dando lugar a la rabia, la tristeza o la indignación.
* Si se atribuye la responsabilidad a uno mismo, toma conciencia de su capacidad de actuar, se vuelve proactivo, toma opciones y emprende acciones para llevarlo a cabo, pues sabe que lo que ocurre en parte depende de ella.
- Promover el autocontrol y la autoeficacia. Plantear tareas en las que se pueda lograr un pequeño éxito y tener experiencia de autoeficacia.
- Crear el contexto emocional positivo para el encuentro: expresión corporal positiva, lenguaje positivo, interpretaciones positivas, actitudes positivas.
Xosé Manuel Domínguez Prieto
Director del Instituto da Familia de Ourense y del Centro de Acompañamiento familiar de Ourense