Hace unos días la Federación de Asociaciones de Prensa de España (FAPE) se reunía en Mérida, en su congreso anual, y entre las conclusiones que expusieron se puntualizó una que ha saltado a los titulares: “La FAPE reclama que la función de los medios se estudie en la ESO”. Coincidiendo con el 3 de mayo, Día de la Libertad de Prensa, anualmente el gremio periodístico saca a relucir los logros y, desgraciadamente, las masivas amenazas a las que está expuesta la profesión. El año 2016 se cerró un balance de 61 periodistas fallecidos, 20 menos que 2015, según datos de Reporteros Sin Fronteras. Un conjunto de profesionales que dieron sus vidas por su trabajo y por defender la verdad. Una verdad que en los cinco meses de 2017 les ha costado la vida a 8 reporteros.
Pero este año las amenazas han aumentado y no sólo en cuanto a la integridad de los propios periodistas, sino a la integridad de las informaciones. Nos tropezamos diariamente con la posverdad en forma de noticias falsas en redes sociales, en mensajes multimedia, en medios digitales. Bulos que agrietan una confianza consolidada durante décadas entre la sociedad y los medios, provocando un paulatino distanciamiento y una muy poco recomendable desconfianza con los “perros guardianes” de la democracia, los periodistas. En este caso, la confianza se reconoce como una de las claves para nutrir el sentido crítico que tanta falta hace y encontrar la verdad entre tanto ruido informativo. Como dijo el papa Francisco en su mensaje en la última Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales: “La confianza en la semilla del Reino de Dios (…) nos hace capaces de trabajar ―en las múltiples formas en que se lleva a cabo hoy la comunicación― con la convicción de que es posible descubrir e iluminar la buena noticia presente en la realidad de cada historia y en el rostro de cada persona”.
Parece que la propuesta de la FAPE por entrar en las aulas va de la mano de esta incipiente amenaza de nuestro tiempo, convivir con las noticias falsas. La presencia de los medios en las aulas debe hacer reflexionar a las nuevas generaciones de la importancia que suponen unos medios de comunicación íntegros y honestos en cualquier democracia. Enseñar a los jóvenes la importancia de consumir noticias de calidad, no adulteradas e incluso precalentadas por emociones baratas que buscan el click fácil. Y acompañarlos en este proceso para que la confianza con los medios no se vea resentida ante la proliferación de portales que han descubierto el dorado sembrando la duda en la opinión pública.
En definitiva, educarles para que sean ciudadanos con un sentido crítico que les permita diferenciar entre una noticia y un bulo, haciendo valer la vida de miles de personas que se han dejado la piel por defender un bien tan preciado como es la verdad. No quiero dejar este post sin insertar entre estas líneas las declaraciones de Stephanie Busari, Productora de CNN en África, en una charla TED titulada How fake news does real harm? (en español, ¿Cómo las noticias falsas hacen un daño real?). Busari nos hace pensar sobre: ¿qué pasa si nos detenemos a pensar en la consecuencia de la información que transmitimos y su potencial para incitar a la violencia o el odio?, ¿qué pasa si nos detenemos a pensar en las consecuencias reales de la información que compartimos? A lo que añado, ¿qué pasaría si consiguieran secuestrar nuestra confianza?
Chema Ivorra
@cheivor