Visto así, en forma de #hashtag, parece una etiqueta más, pero la pregunta, y su respuesta, son verdaderamente relevantes para entender la importancia de algo más amplio: la función educativa y docente. No planteo estas líneas desde el dogma sino desde el análisis que solo el escepticismo provoca en aquellos que van buscando principios y fundamentos frente a las recetas mágicas y milagrosas que, en ocasiones, se nos presentan.
Soy de los Licenciados xennial en Filosofía, es decir, de esa última generación bisagra que recordará cómo era la vida antes de Internet. La Licenciatura, el Certificado de Aptitud Pedagógica “a distancia”, mis experiencias de alumno y mucha dosis de buena voluntad formaban mi mochila docente. Requisitos, los anteriores, para empezar a poder ejercer la función docente. Suficientes…
Hace un año lanzamos un proyecto en segundo de Bachillerato, Psicología, que llevaba por título: ¿Qué aprende el que aprende, si es que aprende, cuando no sabe cómo aprende? El objetivo era que los alumnos conocieran los procesos cognitivos implicados en el aprendizaje. Es verdad que parecía incoherente plantear a los alumnos de Bachillerato esa pregunta, nadie cuestionaría la evidencia de estar en ese curso, pero el objetivo era el comprender la profundidad del aprendizaje frente al estudiar para aprobar. Pero cuento esto porque el título del proyecto se asentaba sobre otro que, en paralelo, acompañaba al anterior: ¿Qué enseña el que enseña, si es que enseña, cuando no sabe cómo se aprende? Hagamos el ejercicio: cómo aprendemos. ¿Sabemos responder?
Experiencias formativas me han llevado a pensar al respecto de otra cuestión que, desde mis últimas lecturas y la situación histórica en la que nos encontramos, se me hace persistente: cuál es la función de la institución educativa. Pregunta importante porque define el para qué de nuestra vocacional profesión. Algunas respuestas me vienen a la cabeza mientras escribo estas líneas: socializar al individuo como miembro de la tribu; asistir en esas etapas en las que el sujeto es dependiente y se tienen que facilitar las responsabilidades de sus progenitores; competenciar en una empleabilidad futura, para incorporarse activamente a una sociedad, llevando a cabo un proyecto personal con dignidad; y, finalmente, trabajar, desde la utopía, un proyecto social de justicia.
Centrando el tiro, qué lee un docente. Presuponemos que en las Instituciones Educativas está la élite culta de una sociedad, custodios y preocupados por la sabiduría, contenedores y transmisores del Conocimiento… Bien, de ser así: ¿cuál sería el “Top 10” de los libros de los Claustros? Pero, ojo, no nos hagamos trampas al solitario: vinculados a la función docente, ¡eh! En este sentido, apunto dos líneas que me orientan en mi labor.
Leer para conocer el proceso de aprendizaje y enseñanza. Un docente debe tener un conocimiento de las partes del sistema nervioso (cerebro) y de los procesos cognitivos que están implicados en el aprendizaje, así como de los factores alrededor del mismo (socioemocionales, la autorregulación…). Cada vez más hay una aproximación científica a este campo. La neurociencia, aplicada a la educación, y la psicología cognitiva (desde la experimentación y su documentación) van poniendo en evidencia los mitos pseudocientíficos al respecto de las teorías pedagógicas y tendencias innovadoras que acompañan el contexto docente. Algunas intuiciones, a la base de algunas teorías del aprendizaje, se han verificado como ciertas pero otras, muy consolidadas, no están avaladas en absoluto. En este sentido, es importante conocer las aportaciones de la ciencia al aprendizaje porque somos docentes. Y de la misma manera que no concebiríamos la práctica del médico desde una actualización sobre la base de los Tratados Hipocráticos, tampoco lo podemos concebir desde la relectura de los materiales del Certificado de Aptitud Pedagógica (a distancia). Además, me atrevo a decir que, en este sentido, se pueden estar produciendo algunos errores en los planes formativos al estar tratando de dotar a los docentes de instrumentos y herramientas para el aula sin que se conozcan los fundamentos del aprendizaje. Las herramientas están bien pero, sin pensar en procesos y objetivos de aprendizaje, puede que no sepamos elegir la herramienta y utilicemos la llave inglesa para clavar un clavo. Al final, la innovación se convierte en una moda y la consecuencia son claustros que se mueven como pollos sin cabeza aunque no les falte buena voluntad.
Junto con lo anterior, un docente debe tener visión de futuro para poder contextualizar esas funciones no menos importantes: empleabilidad con dignidad y un mundo justo. Es importante reconocer que, después de la segunda revolución industrial, la tercera y… estamos en la cuarta caracterizada por los ordenadores, el internet de las cosas, la Big Data, la Inteligencia Artificial… Nos dirigimos a un contexto de automatización del trabajo y, ante este escenario, tendremos que reflexionar al respecto de en qué vamos a competenciar a nuestros alumnos que, en su singularidad respecto de una máquina, les permita incorporarse a una sociedad tecnológica. En caso contrario, los arrojaremos a una muerte civil por no haber sido el sistema capaz de generar las habilidades y competencias para ese nuevo contexto que, aunque posible, es imaginable. Por qué digo esto. Estas Navidades, los robots de Boston Dynamics ocupaban las noticias con su “Do you love me?” (¿Lo has visto?). También, esta semana ha saltado a los medios que los desarrolladores de Sophia, primera ciudadana saudí no-humana de la historia, pretenden incorporarla a la ayuda en la lucha del coronavirus cuidando enfermos. Este es nuestro presente, así están las cosas, y no tiene tintes de detenerse en una sociedad de crecimiento exponencial. Será en esta dialéctica entre tecnología y humanidad donde la Ética tiene que reclamar su espacio dentro de un marco que ya no será local sino global.
Por ello, es importante tener visión porque, desde ella, deberemos de configurar la misión docente a partir de los valores. En caso contrario, empiezo a pensar si está asegurada nuestra pervivencia como docentes. El aprendizaje es inherente a los animales; cómo aprendemos y qué enseñar puede que sean claves, a tener muy presentes, como docentes. Sin conocimientos, olvidémonos de destrezas, habilidades y competencias. Además, tenemos la necesidad de interesarnos por el mundo que pueda venir porque es una de las funciones y responsabilidades que tenemos para con nuestros alumnos y la sociedad del mañana. Entonces, ¿#quéleeundocente?
David López Aragón
@LopezAragon1979
@DavidClaretSG