Vivimos en un mundo cambiante, volátil, cada día nos suceden multitud de cosas, algunas con las que contamos y que podemos anticipar o que esperamos, y otras que por el contrario nos sorprenden, simplemente nos han tocado. Estas segundas dependen en gran medida de las circunstancias o el entorno en el que nos ha tocado vivir. Por suerte para muchos, ese entorno es favorable y amigo, pero no podemos olvidar que para otras muchas personas es incierto, complejo e incluso negativo.
En gran medida, sobrellevar estas situaciones depende de la fortaleza emocional y física que tengamos, de nuestra resiliencia, “cualidades” ambas que nos ayudan a enfrentar las situaciones adversas a las que nos tenemos que enfrentar en la vida. En cuanto a dificultades se refiere, nos encontramos con muchas en el mundo ante las que ni siquiera estas buenas aptitudes pueden ser rival y hacen necesario PEDIR AYUDA, esperando que nos tiendan una mano y así hacer algo más soportable cualquier situación.
Estamos cansados de escuchar las palabras AYUDA, COLABORA, NOS NECESITAN, de tal forma que nos volvemos apáticos y mientras tanto pensamos, durante una milésima de segundo… ¿por qué hacerlo si yo también necesito? Enseguida, cerramos los ojos y sacudimos la cabeza recapacitando, como si ese que lo acaba de pensar no fuésemos nosotros, y allí mismo somos conscientes de que son muchas más las personas con necesidades y situaciones más grandes que las nuestras, que muchas veces, eso que podemos considerar “necesidad” no es realmente importante. Es en ese momento cuando nuestra capacidad de respuesta ante la llamada del otro se agudiza, reconfortándonos e impulsándonos a actuar.
En este instante caemos en la cuenta de que ayudar enriquece nuestra esencia como personas, a la vez que dignifica, y consuela y alivia a quienes están pasando por situaciones de desgracia, llámese pérdida o consecuencia de guerras, terremotos, catástrofes naturales. Echar un vistazo a nuestro alrededor y poder disfrutar de tranquilidad y de aquellas pequeñas cosas que, aunque suene a cliché, hacen que nuestra vida sea mejor y “más rica”, haciéndonos tremendamente afortunados, volviéndonos sensatos al dejarnos ver que en nuestras manos está el poder hacer, que aquellas personas que tanto lo necesitan puedan, en medio de sus situaciones y precariedades, llenar sus vidas de tranquilidad, es casi como un privilegio.
Ser empáticos en un mundo donde lo que importa es el bienestar personal y de los nuestros es difícil de encajar, pero no imposible. Con la práctica y con el tiempo debería ser un principio a través del cual sentirnos identificados y que, al transmitirlo, haga posible llegar la ayuda a aquellos lugares del mundo donde se está pasando hambre, necesidades, desplazamientos forzosos… e intentar cubrir esas necesidades básicas. ¡SOLO ES DAR EL PASO!
Iniciativas que promuevan hacer llegar y cubrir estas necesidades son muchas y variadas, pero las que actúen directamente en el terreno a través de los misioneros y misioneras son pocas. COLABORAMAS es una de estas, que ahora vuelca su ayuda a Alepo, Siria, donde su población devastada por guerras, causadas por decisiones de algunos hombres, y ahora afectada también por terremotos, vive desde hace algún tiempo la más cruel de las realidades, la pérdida de seres queridos, de sus hogares, del sentimiento de pertenencia…
Desde el inicio de su trayectoria, de la mano de la Fundación de Religiosos para la Salud (FRS) y Escuelas Católicas, esta iniciativa que promueve el trabajo de los misioneros y misioneras en proyectos educativos y sanitarios en los lugares más deprimidos del planeta a favor de los más vulnerables, ha ido logrando, con confianza y con hechos, convertirse no solo en otra iniciativa más que abastece a quienes más los necesitan de bienes materiales de suma importancia para subsistir, sino en fuente que reconforta y brinda esperanza, a la espera de esa ayuda tan requerida, indispensable y deseada.
Perderlo todo por la toma de una decisión errónea es algo atemorizante, pero perderlo todo por algo de lo que no has sido partícipe, viéndote obligado a salir de tu hogar, en busca de otro donde no sabes si habrá o no oportunidades, es algo aterrador. Dicen que después de la tormenta viene la calma. Está en nosotros ser capaces de procurar que los afectados por esas tormentas encuentren una sonrisa, nuevos motivos de ilusión y esperanza que les haga más fácil encontrar la paz y tranquilidad que les procure bienestar, saber que con lo poco o mucho que se pueda aportar se producen nuevas oportunidades y que aquellas personas, afectadas por esos cambios de los cuales no son responsables, tendrán una oportunidad para empezar de nuevo en un lugar en el que con el tiempo sentirán suyo, y esta decisión no solo nos satisface, también nos hace más humanos. ¡Colabora!
Alejandro Correa Payán
Departamento de Comunicación de FRS