No elegimos nacer, ni elegimos del todo cómo vivir. Estamos condicionados por el lugar y la familia donde nacimos, por el ADN de nuestros padres, por las situaciones ambientales, etc. Ni nadie, de modo natural, elige morir. Pero si alguien voluntariamente se quita la vida, a esa decisión lo llamamos suicidio; suele estar asociado a una enfermedad o a un problema psicológico o un momento de desesperación total. Sin embargo, en la actualidad, algunos quieren camuflar el suicidio bautizándolo con el nombre de eutanasia, o peor aún, mal llamándolo “muerte dulce”.
La medicina sabe que, mientras el cerebro sigue funcionando, la persona se mantiene viva, aunque haya perdido motricidad (movimiento), sensibilidad, conciencia (aparentemente), y capacidad de comunicación. Mientras hay vida, cualquier cosa que hagamos (acción) o dejemos de hacer (omisión) para quitarla, lo llamemos como lo llamemos, es un suicidio o un asesinato. Pero sucede que en nuestra sociedad actual el dolor y el sufrimiento han perdido todo sentido. Nos han vendido que lo que vale es el bienestar, el disfrutar, el confort, el estar bien. De este modo que, una vida llena de dolor o sufrimiento, no merece la pena ser vivida y nos inventamos la eutanasia.
¿Qué riesgos entraña la eutanasia?
– El riesgo de crear personas desechables, de hacer sentir al enfermo como un estorbo o una basura, hasta el punto de llevarlo a querer morir. Conocemos de sobra casos de familias que, por las razones que sea, arrinconan a los ancianos y/o enfermos. La eutanasia deja desprotegidos a estos colectivos y nos inculca la idea errónea de que hay personas desechables, que no valen para nuestra sociedad, que solo dan trabajo, que solo generan gasto, que no son útiles, como si la utilidad fuese el único valor de una vida.
– El riesgo de que otros decidan por nosotros acerca de nuestra vida. Un enfermo grave es una persona débil y vulnerable. Cierto que según la ley nadie podrá decidir por nosotros. Pero ¿cómo puede un enfermo grave defenderse ante quien quiere aplicarle la eutanasia? Hay muchas situaciones extremas en las que otros podrían decidir por una persona vulnerable. En Canadá, en el Toronto’s Hospital for Sick Children (SickKids) ya hay médicos abogando por acabar con bebés incluso sin consentimiento de los padres. Una vez abierta la puerta de la eutanasia, se abren otras estancias de la cultura de muerte.
– El riesgo de convertirnos en una sociedad asesina. Entre los derechos humanos básicos está el derecho a vivir, y este derecho incluye ciertamente el derecho a una muerte digna. Pero eso no significa matar a nadie, sino al contrario: se habla expresamente del “disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental”. En ningún momento se dice nada acerca de un derecho a elegir la muerte. Los cuidados paliativos, el acompañamiento amoroso, el dar sentido a la enfermedad o a la soledad, han dejado de ser valores en una sociedad asesina. La cultura de muerte, además, se contagia y se hereda.
Además de estos tres riesgos, para los creyentes hay dos cuestiones fundamentales detrás de la eutanasia:
– El valor cristiano del dolor y del sufrimiento. Todos sabemos que Jesús nos redimió a través del dolor físico y moral de una crucifixión. Fue este dolor, vivido como consecuencia de su fidelidad al Padre, el que nos devolvió al amor de Dios. Y la Iglesia nos enseña cómo también nosotros podemos ser co-rendentores con Cristo a través de nuestros dolores y sufrimientos vividos como Jesús en la cruz. En la historia de la Iglesia hay miles de casos de personas que han rescatado a otras con su dolor.
– El respeto por el misterioso tiempo de Dios para cada uno. La sociedad actual nos miente cuando nos dice que la vida es nuestra, que el tiempo es nuestro. No elegimos nacer, ¿y va a ser nuestro el tiempo? Somos de Dios y nuestro tiempo es de Dios. Solo Él sabe qué necesitamos experimentar para salvarnos. Toda la vida es un camino de retorno a la Casa del Padre de donde salimos. Todo el tiempo del que disponemos es una continua oportunidad para alcanzar el objetivo con que llegamos a este mundo: dar gloria a Dios con nuestra vida. No podemos despreciar ni un minuto de esta vida que es un don.
Somos un paréntesis entre dos eternidades: nuestra vida empieza antes de nacer y no termina después de morir. Por eso, la eutanasia es un riesgo fatal para la persona y para la sociedad. Y para los creyentes es un imperdonable juego a ser dioses cuando solo somos minúsculas criaturas truncando la historia de salvación.
Xiskya Valladares rp.