La civilización vive en un proceso de crisis ambiental generada en su mayor parte por la actividad humana, la contaminación y la sobreexplotación de los recursos. Cuestiones como la pérdida de biodiversidad, climas extremos, escasez de agua, deforestación, y desertificación ya no son simples problemas del futuro, sino realidades palpables que afectan hoy a nuestras vidas diarias.
Hola: soy del equipo directivo, ¿a mí quién me cuida?
Cada 10 de octubre se celebra el Día Mundial de la Salud Mental. Este año el lema elegido es “Trabajo y salud mental, un vínculo fundamental”. Hace un año, reflexionábamos en este mismo espacio sobre la necesidad de “Cuidar al que cuida”, poniendo el foco en el cuidado de los docentes con propuestas esperanzadoras.
«Escuelas que cuidan», una forma de ser, estar y educar
“La escuela puede ser un ‘lugar’ (geográfico, en medio del barrio, pero también existencial, humano, interpersonal) en el cual se anuden raíces que permitan el desarrollo de las personas. Puede ser cobijo y hogar, suelo firme, ventana y horizonte a lo trascendente. Pero sabemos que la escuela no son las paredes, los pizarrones y los libros de registro: son las personas, principalmente los maestros. Son los maestros y educadores quienes tendrán que desarrollar su capacidad de afecto y entrega para crear estos espacios humanos”, papa Francisco.
Alguien tras el umbral. Una maestra, un maestro.
Así como la casa es el lugar al que se vuelve, la escuela es uno de los primeros lugares a los que se va.
Cada lugar tiene su luz. Pero la luz no solo se percibe por los ojos. Se nota en el aire que se respira y en la tierra que se pisa. En los olores y en el silencio. Lo homogéneo carece de luz. El espacio abstracto carece de luz. Los grandes pasillos de trasiego masificado tampoco la tienen. ¿Por qué cada lugar tiene su luz? Pues porque además de la que viene de arriba, hay otra que fulgura en la cosa misma. La luz de las cosas.