Cuaresma, procesiones, perdón, liturgia, penitencia, vigilia, ayuno y otros tantos conceptos que se nos vienen encima en estas fechas en los centros educativos católicos de España. Llega la Semana Santa y volvemos a preguntarnos por su sentido en un colegio católico. Se llenan los pasillos de olor a incienso, de velas moradas, de pasos de Cristo y de Virgen que desaparecen tras una semana de vacío en las aulas. Los alumnos ya conocen la mecánica de los tiempos litúrgicos, se nos adelantan, pero quizá están hastiados de las mismas rutinas. Preparamos a los alumnos, como reza el dicho popular, “para la vida”, pero siempre con una sensación de fin de trayecto que lleva a una situación de insatisfacción constante. Seguimos identificando tiempo humano, horas, días, trimestres, con el tiempo de Dios (kairós), el del ahora, el del momento propicio, y está claro que no son lo mismo. El parón en las aulas queda asociado solo a lo legal y burocrático, tenemos vacaciones en Semana Santa o Pascua porque manda el calendario (¿el sábado por encima del ser humano?). Pero, ¿qué queda de ese camino hacia la Pascua?, ¿cómo hacerlo llegar a las familias?
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