Acabamos de enterarnos de que el PSOE abandona la mesa donde se está elaborando el Pacto educativo, la Subcomisión parlamentaria encargada de hacerlo. El motivo aducido -la excusa- ha sido la insuficiente financiación del sistema educativo. La noticia resulta lamentable; pero ¿es sorprendente? ¿O es la confirmación de la sospecha de que no había verdadera voluntad de llegar a un pacto?
No sabemos si este abandono es definitivo o solo un amago para forzar posiciones y hacerse notar. En cualquier caso, al hilo de la noticia, me atrevo a formular algunas consideraciones.
Empiezo por la pregunta, pretendidamente retórica, que planteaba antes: ¿a alguien le sorprende este abandono? ¿Alguien podía esperar que un partido de izquierdas llegara a firmar un Pacto por la Educación mientras está gobernando un partido de la derecha? También podríamos hacernos la misma pregunta si la situación fuese la inversa; en cuanto a la respuesta, podemos remitirnos a la historia no demasiado lejana.
Difícilmente se podrá hablar de un verdadero Pacto Educativo en España si el PSOE no está en él. Su presencia es fundamental. Por eso, este abandono es casi como el anuncio de que no va a haber Pacto. Y al llegar a este punto, no solo surge la sorpresa (a medias, como se ha dicho), sino también la indignación. Después de más de un año de trabajos en la Subcomisión, de más de 80 comparecencias de diversas personas e instituciones, de trabajos y aportaciones variadas, incluso de esperanzas de muchos (¡qué ingenuos!)… uno se pregunta si valía la pena todo este teatro, si vale la pena tanta energía derrochada, tanto tiempo perdido, tantas vanas ilusiones, para llegar a un punto que, no es mucho suponer, ya estaba previsto de antemano por parte de algunos. Y, entonces, uno se siente estafado, engañado, utilizado.
Se pueden hacer reproches al partido que ha protagonizado (porque de eso se trata también: de ser protagonista) este abandono. Pero los que siguen van dirigidos, en general, a todos los partidos políticos. Entiéndase bien: no a todos por igual; cada uno sabrá la parte de responsabilidad que le corresponde, porque no todos están actuando de la misma manera ni están mostrando las mismas actitudes. Pero tampoco ninguno debe quedar libre de la parte que se merece de la recriminación:
- Son ustedes unos irresponsables, unos completos irresponsables. Lo digo con palabras suaves, las más delicadas que he podido encontrar para expresar mi indignación. No nos digan ustedes que les importa la educación. No nos tomen el pelo. Es lo menos que les podemos pedir. La educación es para ustedes un asunto del que conviene hablar en términos solemnes -no podría ser de otra manera- pero a la que utilizan para obtener el máximo rédito político (léase electoral).
- Dejen ustedes de marear la perdiz. No nos hagan perder el tiempo y la paciencia a quienes trabajamos en el campo educativo. Nos bastaría -aunque soy consciente de que para algunos de ustedes sería mucho- con que reafirmaran el único pacto educativo que ha habido en nuestra historia: el Artículo 27 de nuestra Constitución. Quienes lo hicieron tenían deseos y voluntad de llegar a acuerdos, tenían una altura de miras que se correspondía con la de toda la población española. Ese artículo, junto con las sentencias del Tribunal constitucional que clarificaron algunos puntos dudosos, sería suficiente, visto que a ustedes les falta esa altura de miras y la voluntad para llegar a más.
- Nos habría extrañado menos este abandono si se hubiera tratado de otro partido, con el beneplácito de sus grupos sociales afines. Porque ¿qué se puede esperar de un grupo político que, mientras participa en los trabajos de la Subcomisión, se dedica a plantear en el Parlamento proposiciones de ley -o no de ley- que pretenden torpedear el Pacto en su línea de flotación? Se trata de un partido que no quiere el Pacto, que no quiere ningún pacto (a menos que se trate de hacerlo solo con sus correligionarios), aunque aparente temporalmente lo contrario y esté esperando una mejor ocasión -electoralmente conveniente- para dar un golpe de efecto y retirarse. Vamos a ver cuánto tarda en producirse la escenificación.
Por desgracia, no se trata solo de los políticos. Cabría decir algo parecido de aquellos que cuando hablan de Pacto pretenden excluir del mismo a una parte importante de la sociedad, de los que piensan que para mejorar un sector de la enseñanza hay que dejar fuera a los demás, de los que no creen en la libertad y se erigen pretenciosamente en los únicos defensores de la equidad. El progreso de la educación en España va por otras vías. No hay que equivocar a sabiendas los diagnósticos, porque las terapias aplicadas no serán las correctas.
Escribo todo lo anterior cuando todavía es posible que no sea definitivo este abandono de la Subcomisión parlamentaria. Quizá al final, quien se ha retirado se anime a volver (¿por cuánto tiempo?), como quien decide acabar su rabieta cuando se le conceden sus deseos y ya ha tenido sus momentos de protagonismo.
Un ruego final: si no hay una voluntad real de alcanzar un verdadero pacto educativo que, dejando al margen los intereses partidistas, traiga la ansiada estabilidad a la educación de nuestro país, no nos hagan perder el tiempo y déjennos seguir trabajando en lo realmente importante: la educación de los niños y jóvenes españoles.
José María Alvira
Secretario General de Escuelas Católicas