He leído, con motivo de la polémica sobre la revisión de los contenidos de la asignatura de Historia en el Bachillerato, una afirmación de la Real Academia de la Historia que me ayuda para el reto de escribir sobre la actividad en cooperación al desarrollo de FERE-CECA. La frase es “(…) diferencie claramente entre Historia como disciplina científica que busca el conocimiento objetivo y general del pasado y que está dotada de los instrumentos adecuados y específicos para tal fin y Memoria, que es una apreciación o evocación inherentemente subjetiva, parcial y cambiante”.
Esta distinción me sirve para plantear que mi objetivo en este caso será más hacer “memoria” que no “historia” de nuestra actividad de cooperación al desarrollo. La historia supondría recoger datos de proyectos, importes económicos, número de beneficiarios, actuaciones por países, objetivos conseguidos, etc. Una larga y contundente batería de datos de los que disponemos. Pero eso está recogido en memorias de actividades de cada año y es fácilmente consultable. Me limitaré solo a un doble dato: 173 proyectos y casi 65 millones de euros, desde 1993.
Sería muy interesante y enriquecedor, conocer la realidad de esa actividad por continentes y países, llegar a los detalles de cada uno de los proyectos, y conseguir aterrizar en los miles, cientos, o decenas de nombres y apellidos que los han hecho posible o que han visto sus vidas reconfiguradas gracias a la puesta en marcha de escuelas, formaciones, aulas de adultos, escuelas de padres, formación de maestros, centros de formación profesional y aulas taller, etc. Pero al final, eso nos acercaría más a hacer “memoria” que a hacer “historia”.
Personalmente creo que para FERE-CECA hacer “memoria” de su actividad de cooperación al desarrollo en el sector educativo es realizar una evocación, traer al presente, releer la vida desplegada y tanta vida sembrada.
Ciertamente no ha sido igual el trabajo de los inicios, que se remonta a 1979, que el de los últimos años. La historia de FERE-CECA en cooperación incluye vidas que fueron sembradas de forma especial en Guinea Ecuatorial, y que se han mantenido y realizado en otros muchos países con una constante: entrega, servicio y promoción en favor de los más pobres. Educando hemos evangelizado, y evangelizando hemos educado.
El mundo de la cooperación al desarrollo ha sufrido en todos estos años una enorme transformación, casi revolución. De una primera etapa quizás más asistencialista, sustitutiva en algunos casos de responsabilidades, hasta llegar a una etapa más madura que busca dinamizar la responsabilidad de aquellos que son los titulares de sus derechos, en nuestro caso de su derecho a la educación. Por eso ahora se usan verbos que en los años ochenta no se pensaban: fortalecimiento institucional, trabajo en red, agendas de desarrollo…
Es cierto que en este proceso hemos perdido el valor de poder apostar por lo pequeño. Por ese pequeño proyecto que liderado de forma inigualable consigue un alto impacto en una comunidad local. Ahora pensamos más en sector, en impacto global, en cubrir objetivos de una agenda internacional que, siendo loable, algunas veces no llega a cambiar, a rematar cerca de todos los que lo necesitan.
Siempre hemos podido sentirnos orgullosos de nuestros misioneros y misioneras. Ellos han sido capaces de permanecer en todos los contextos, en las situaciones de emergencia o desastres, y han sido portadores de lo mejor. Se vienen a mi memoria muchos nombres, pero solo quiero escribir uno: Isa Sola, religiosa de Jesús María. No quiero perder el valor de que la evocación borre de mi recuerdo tantas personas especiales que se han entrelazado con FERE-CECA para hacer posibles grandes y pequeños milagros. Los grandes los vemos todos, los pequeños unos pocos privilegiados.
Javier Poveda
Director del Departamento de Cooperación de Escuelas Católicas (FERE-CECA)