Antes de llegar hasta aquí ha habido muchos suspiros, muchos esfuerzos, muchos sinsabores. Ha habido mucha ilusión, muchas ganas y mucha profesionalidad. Ha habido más de un año de trabajo, desde los que han buscado fondos para que el XVII Congreso de Escuelas Católicas sea posible, a los que se han quedado en la sede, cubriendo la retaguardia con un trabajo sencillo y callado pero igual de necesario. Ha habido disgustos y desacuerdos y sinsabores, ha habido malentendidos… y ha habido soluciones y anhelo por mejorar y hacerlo lo mejor posible.
Dicen que nadie es imprescindible; cierto es, pero sin todas y cada una de las personas que han dejado un trozo de sí mismas en este Congreso, a modo de tiempo, de creatividad, de horas de sueño, de búsqueda, de amor y de humor… no habría sido lo mismo. Tienen nombre y apellido, los que se vieron en el escenario y los que quedaban tapados por su telón, los que se escondían en las peceras de medios técnicos y comunicación, los que hicieron posible la acreditación, los que sortearon las dificultades, los que las convirtieron en soluciones, los que mimaron a sus compañeros, los que consintieron como a sus niños a los congresistas, los que analizaron cada paso del protocolo, los que acompañaron a las empresas en los stands…
Y junto a ellos las caras y los nombres más rutilantes: la emotividad de Diana; el viaje del héroe de Gabriel; las pistas de David; la profundidad de Rosa; la empatía de Silvia, Pedro José y José; la magia del otro José; la felicidad punk de Victor; la dulce cercanía de esa otra Silvia; la rutilante escena de Toni; la fuerza de Margarita; el humor de Javier; la familia de Virginia; el futuro del presente de Belén; la energía arrolladora de Toompak; la esperanza de Álvaro y María; el acompañamiento de Nando; y la música de Nacho.
Agotado el presente del XVII Congreso de Escuelas Católicas, queda un futuro que se hace realidad a cada paso que damos. Nos vamos con nuevas ideas que aplicar en el aula, con muchas risas y comidas compartidas; también con cierto cansancio fruto de la intensidad. Y cada uno nos quedaremos con algo diferente, algo que más allá de los contenidos concretos pertenecerá al mundo de las emociones y de las sensaciones. Algo que nadie podrá cambiar aunque piense o sienta o transmita totalmente diferente a nosotros.
Yo me quedaré con la preocupación del día anterior, con los nervios de antes del estreno, con los disgustos sobrevenidos por el directo; me quedaré con el agotamiento compartido, con las risas con los compañeros, con los agradecimientos, con las ganas de cantar y bailar y decirle al mundo que la escuela católica es, está y educa con nombre propio y que merece el respeto y el lugar que le corresponde y que eso, nadie nos lo podrá quitar. Enhorabuena por SER escuela católica. Enhorabuena por ESTAR a pesar de los pesares. Enhorabuena por EDUCAR lo mejor que sabéis, y sabéis mucho. Enhorabuena porque tenéis un precioso NOMBRE PROPIO elegido solo para vosotros y galardonado con una vida dedicada a algo verdaderamente importante.
Empezamos nuestro Congreso con un minuto de silencio para homenajear a los afectados por la DANA en Valencia. Quizá podríamos terminar de leer este post cerrando los ojos por un momento, agradeciendo a Dios lo que nos da y rogándole que nos ayude a ayudar a los que cada día nos necesitan, porque sí, es cierto, no somos imprescindibles… pero casi.
Victoria Moya Segura
Directora del XVII Congreso de Escuelas Católicas. Ser, estar, educar… con nombre propio