En medio de esa noche a la que hoy llamamos descarte y de tantas personas que no pueden encajar más dificultades como las subidas de precios generalizadas, la escasez de trabajo, de tiempo, descanso, salud… ante la tormenta de interrogantes que nos rodean y de identidades que pueden ser diluidas, escuchamos, nuevamente, que TÚ vienes.
Lo sabemos de cabeza porque cada año lo recordamos, pero en nuestro corazón nos falta comprender y sentir, desde lo hondo, que el año que tú viniste no había sitio para unos diferentes. No, no había hueco para personas en camino ni para buscadores. Los edictos o leyes cerraban el paso a la acogida porque las normas pasaban por encima de las personas y el miedo custodiaba cada puerta no abierta con el cerrojo de la indiferencia.
No, no había lugar entonces y tampoco ahora. No hay sitio para el Rey de los desfavorecidos ni tampoco para quien, siendo el Pan, será ejemplo de servicio gratuito. No puede entrar en escena quien dirá bienaventurados o felices, no puede aparecer quien será la luz, el camino, la verdad o vida. Demasiados muros, demasiadas alambradas, demasiados golpes, demasiadas quejas y demasiados «no encontraron hueco».
Los “Noes” y las dificultades no impidieron que tú, el gran “Sí” de Dios, nacieras y nazcas hoy. Lo haces, sencillamente, porque te empeñas en ser el más sencillo, uno de nosotros. La vida, por muchos impedimentos y lágrimas que haya, la vida, siempre, se abre paso. Tú nos haces ver la luz que ya hay en medio de la noche.
¿Para qué enseñar la espera si nuestro nombre es “inmediato”? ¿Merece la pena fijar los ojos y encender una corona si todo luce con leds radiantes? ¿Con tantos youtubers famosos hay que insistir en quién fue el más importante? Nuestras escuelas desean “perder el tiempo” y dedicar espacios para el sentido. En medio de tantos lazos, colonias, juguetes, “cachivaches eléctricos”, amigos invisibles y dulces ricos; alguien, una noche como la de ahora, nació sucio, pobre, indefenso y niño. Ese refugiado olvidado se empeñó en hacerse uno de tantos para que tantos hoy sean nombrados.
Ven, Señor Jesús, que nuestra sed de protagonismo arde por dentro y necesita de ti para que nos refresques, como fuente, salpicando cada rincón de nuestras familias, comunidades, colegios y clases.
Ven, buen Jesús maestro, que nuestras casas andan con grietas y en nuestros tejados el frío del «todo va mal», «siempre se ha hecho así» y «yo solo lo hago con los míos» nos hiela el hogar por dentro.
Ven, pequeño niño, que nuestros cuerpos de palacios cómodos necesitan tu establo de empatía y pobreza. En ti podemos encontrar descanso, sentido en la mirada del otro, diálogo y también silencio.
Ven, Señor Jesús, para transformar cada desencuentro en mirada atenta hacia tus predilectos: estrella y norte, abrazo de tu amor, pacto y alianza más directos.
Que en esta nueva navidad nuestra acción coherente se traduzca en calor, acogida, puerta abierta, escucha, programaciones llenas de miradas atentas, diálogos y encuentros. Que nuestro cansancio no nos enturbie tu llegada.
Tú, esperanza nuestra, navidad renovada, ilumínanos por dentro con sonrisa en el rostro, mano tendida, cabeza creativa y compromiso afianzado.
¡FELIZ NAVIDAD!
Departamento de Pastoral de Escuelas Católicas