Los comienzos de año suelen ser tiempo de propósitos y nuevos proyectos, y aunque no siempre los acabamos cumpliendo, no todo se va por el desagüe de la frustración, queda la certeza de que nos hemos puesto en camino, hemos salido de nuestras seguridades y afrontado nuevos retos. El papa Francisco nos hace continuamente una particular invitación a ponernos en camino, a estar en actitud de salida, superando los obstáculos que muchas veces hemos puesto nosotros mismos para adentrarnos en la dinámica del encuentro.
Lo ha hecho el lema de su pontificado. Si nos fijamos bien percibiremos esa propuesta en todos sus documentos e iniciativas: desde aquel famoso, Hagan lío, que pidió a los jóvenes en la JMJ de Río, hasta el Pacto Educativo Global, en el que ya estamos comprometidos.
La invitación se organiza en torno a la idea de sinodalidad y es ahora, cuando ha tomado cuerpo y se ha extendido a todas las diócesis, tras el último sínodo, que se nos presenta como desafío para evaluar las relaciones, tanto al interior como al exterior de la Iglesia.
Sínodo significa caminar juntos. Sinodalidad, por tanto, es la forma en que la Iglesia de Jesucristo hace suyo el caminar trinitario de Dios entre nosotros, para ser germen de fe y de esperanza, para amar a toda la creación y hacerla fecunda, para mimar la Palabra y convertirla en vida. La sinodalidad nos pone en camino, pero lo hace hacia todas las afueras que nos habitan, y en las que no siempre nosotros habitamos. Es una propuesta de salida. Salir de nuestras seguridades, que lo convierten todo en norma rígida e infecunda. Salir de nuestro pesimismo, que nos encierra para seguir haciendo lo mismo de siempre. Salir de nuestras identidades, que nos impiden ver la riqueza de la diferencia en el otro y la cultura compartida. Salir de la mera tolerancia, que mantiene una impostada superioridad frente a lo que no queremos entender ni acoger.
Al otro lado de estas salidas nos encontramos con la incertidumbre, pero también con la falta de protagonismo y de verdad absoluta. Somos conscientes de que solos no podemos sobrevivir, pero hemos creado un individualismo tan bien argumentado que podemos aceptar las propuestas del Papa, gritar hasta la afonía que somos Iglesia en salida, sin movernos un ápice de nuestros espacios de control y seguridad. No es solo un individualismo personal, también afecta a nuestras instituciones, cuando como conjunto nos creemos únicos, irrepetibles e intocables.
Ponerse en salida es también creer en la educación. En el Mensaje del papa Francisco para la 55º Jornada Mundial de la Paz, del pasado 1 de enero, se propone una inversión en educación acompañada por un compromiso más consciente orientado a promover la cultura del cuidado, que se convierta en el lenguaje común que rompa las barreras y construya puentes, y defienda y promueva la paz. Este es el trasfondo del Pacto Educativo Global, una invitación a que todos, en la diversidad generacional, cultural, religiosa y política, apostemos por la educación como herramienta para el cambio, el desarrollo y la sostenibilidad, y lo hagamos sin miedo, sin esas protecciones nacidas del individualismo, institucional o personal, sin escaparates que oculten la falta de ideas y de proyectos.
El Papa nos pide sinceridad, porque para quien se pone en salida todo debe ser sencillez en la propuesta y acogida en la respuesta. Cultura del cuidado, cultura de la paz y del encuentro. Cultura, esto es, construcción común y espacio compartido, donde la creatividad se entrevera con nuestras búsquedas y nos descentra, más allá de la mera salida.
La oración del Papa para iniciar el Sínodo sobre sinodalidad decía así: “Ven, Espíritu Santo, líbranos de convertirnos en una Iglesia de museo, hermosa pero muda, con mucho pasado y poco futuro. Que no nos dejemos abrumar por el desencanto y lo reduzcamos todo a discusiones estériles”. El sentido de ser Iglesia, también de esas comunidades eclesiales que son nuestros centros educativos, no es mantener abiertas puertas y ventanas para que en ellas entre la vida, sino más bien para que por ellas salga todo lo que en su interior se vive, se reza, se aprende, se construye. Iglesia, escuelas, comunidades educativas… en salida.
Pedro Huerta
Secretario general de Escuelas Católicas
@pedrojhuerta