Según Platón lo que permite a un ser humano ser “libre” es el conocimiento. Cuando una familia, inmersa en un momento de reflexión y de toma de decisiones, busca un centro para su hijo, solicita conocer su valor educativo, es decir, conocer el proyecto educativo en el que puedan participar activa y emocionalmente.
Cuando los padres van a elegir un centro deben poner atención en lo que realmente ofrece, en aquello que consideran relevante para la educación de su hijo. El centro debe ofrecer un “Proyecto a lo largo de toda la vida”, en el que el aprendizaje sea autónomo, diverso y centrado en los alumnos. Un proyecto que prepare para afrontar los retos del futuro, donde los alumnos dispongan de distintas formas de aprender y diversas fuentes de contenidos. Una metodología ajustada al ritmo y necesidades de cada alumno y con el fin de alcanzar el máximo desarrollo de sus capacidades. En definitiva, las familias buscan centros que caminen hacia un modelo de educación más personalizada.
Los centros potencian esta personalización del aprendizaje desarrollando un estilo pedagógico basado en metodologías innovadoras. Desde las primeras etapas se trabaja la estimulación temprana, que desarrolla las capacidades sociales, emocionales y físicas desde el nacimiento y no únicamente el aspecto intelectual. Se potencian todas las inteligencias desde el respeto a los múltiples estilos de aprender de cada alumno y se activa la capacidad de aprender a pensar. Y desde el trabajo cooperativo se cubren otros elementos principales del aprendizaje, como la interdependencia positiva entre todos los implicados en el aprendizaje, relación alumno-alumno y alumno-profesor, y las habilidades inter e intra-personales a la hora de trabajar en pequeños grupos.
Desde esta perspectiva de innovación y mejora, los centros están realizando programas para desarrollar habilidades comunicativas y para el dominio de idiomas, centrando el esfuerzo en desarrollar las competencias que los alumnos necesitan para integrarse en una sociedad en cambio constante. Están creando espacios culturalmente ricos que impregnan de vida el centro, conscientes de que los espacios también educan, y ofreciendo un proyecto abierto a la comunidad, donde se trabaja de forma coordinada.
Otro aspecto que preocupa especialmente a las familias es la relación que tienen los profesores con los alumnos. Buscan centros donde el conocimiento se construya entre todos, donde el profesor tenga la tarea de ayudar a aprender y no solo de enseñar, porque el que aprende es el alumno, y la labor del profesor es la de facilitador, que crea un ambiente en el que se dan las oportunidades adecuadas para que ese aprendizaje se produzca. El profesor guía todo el proceso de enseñanza-aprendizaje, formula metas, ayuda en las dificultades que surgen, y consigue una implicación activa del alumno en su propio aprendizaje. Son centros en los que la formación permanente del profesorado tiene la función de mejorar su práctica educativa.
Todos los padres saben que la educación que reciban sus hijos determinará en gran medida su futuro profesional, por lo que toma notable importancia la evaluación auténtica, que es el centro de todos los cambios metodológicos que se producen. Para conseguir una educación personalizada es imprescindible realizar una evaluación real del aprendizaje de cada alumno que se interprete como una fuente más de aprendizaje. Para ello se crean compromisos y planes individuales de aprendizaje, donde el examen no es la única fuente de evaluación e introduciendo nuevas metodologías y recursos.
Elegir el mejor centro para nuestros hijos requiere establecer unos criterios de elección que cubran todas las características expuestas anteriormente. Nuestros centros llevan trabajándolas desde hace años con la finalidad de preparar a sus alumnos para el futuro. Porque como decía Woody Allen “Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida”.
Carmen Urbina