Ojalá que llegue ese momento de la historia en el que, sabiéndonos todos personas, nada más y nada menos, no tengamos que celebrar el Día Internacional de la Mujer. Una jornada que se conmemora, a instancias de Naciones Unidas, cada 8 de marzo, y que, en 2020, reivindica un futuro de igualdad y de derechos para la mitad de las personas del mundo: las mujeres.
Lamentablemente, ese maravilloso día aún no ha llegado. La realidad se sigue mostrando tozuda: nacer mujer en nuestro mundo tiene consecuencias dramáticas en algunos lugares y la discriminación existe hasta en los rincones más desarrollados del planeta.
Que la igualdad entre hombres y mujeres y entre niños y niñas no existe es un hecho irrefutable. Las mujeres y las niñas siguen siendo menos valoradas; dedican más tiempo al trabajo tanto dentro como fuera de sus hogares, ganan menos, tienen menos oportunidades y alternativas de vida y son víctimas de diversos tipos de violencia en espacios privados y públicos. Estas enormes diferencias son abrumadoras: 15 millones de niñas en edad escolar nunca tendrán oportunidad de aprender a leer y escribir en la escuela primaria frente a 10 millones de niños; las mujeres a nivel mundial ganan un 23% menos que los hombres; ocupan solo un 23,7% de los escaños parlamentarios en el mundo; las mujeres dedican más del doble de tiempo a las tareas del hogar y a los cuidados no remunerados; mujeres y niñas proveen de agua y combustibles fósiles para cocinar o calentarse al 80% de los hogares sin acceso a la energía; 750 millones de mujeres y niñas han sido forzadas a casarse antes de los 18 años y al menos 200 millones han sufrido mutilación genital y todavía, en pleno siglo XXI, decenas de miles de mujeres por causas relacionadas con el embarazo y el parto. Si pudiéramos poner un rostro a la pobreza, este sería, sin lugar a dudas, un rostro de mujer, porque las mujeres y niñas siguen representando casi el 56% de los pobres extremos en el mundo.
A pesar de todo, merece la pena celebrar este día desde la esperanza. Coincide con la conmemoración de los 25 años de la Declaración de Beijing (aprobada por 189 gobiernos) o el décimo aniversario de la creación de ONU Mujeres, que han supuesto hitos inestimables en la lucha por la igualdad real entre hombres y mujeres y para que sean las mujeres las que, a partir de su propio empoderamiento, hagan realidad esos derechos que las amparan como seres humanos.
Y, aunque queda mucho por hacer, cada vez más las mujeres son capaces de exigir el respeto y garantía de sus derechos, de su lugar en el mundo y de su vida. Toman decisiones oportunas sobre sus propias vidas y las de sus familias, participan en sus sociedades y son generadoras de procesos de convivencia en paz, promueven el cuidado del planeta y tiene un papel decisivo en la construcción del bien común.
Soy mujer y sueño con un mundo donde ser mujer no sea más que una propiedad específica de la mitad de la población mundial. Como ser hombre lo es de la otra mitad. Pero que no se utilice esa diferencia para discriminar, excluir, avasallar, ignorar, maltratar, incluso para matar.
Sueño con una sociedad donde se valore a las personas por su ser personas y en la que sean tenidas en cuenta sus habilidades, sus capacidades, sus esfuerzos, independientemente de si son hombres o mujeres. Donde las niñas puedan crecer con las mismas oportunidades que los niños sin que la diferencia aumente sus miedos y su vulnerabilidad.
Sueño con un mundo donde cada persona, por el hecho de serlo, independientemente de su sexo, sea respetada, aceptada, tenida en cuenta y querida. Estoy convencida de que la paz, el futuro de nuestro planeta y la vida dependen de ello.
En Manos Unidas (la ONG de la Iglesia católica de España), trabajamos cada día para que los sueños de igualdad y de justicia dejen de ser una quimera: denunciamos y damos a conocer las situaciones de desigualdad e injusticia que, por motivo de sexo, se producen en los países donde trabajamos. Y proponemos, también, las posibles soluciones para erradicarlas, incluyendo de manera transversal en todas las actividades, valores y criterios que fomenten la justicia y la igualdad entre hombres y mujeres.
Por ello, apoyamos proyectos de formación y actividades generadoras de ingresos. Además, trabajamos para que las mujeres tengan acceso a los medios de producción y a la propiedad y al control de las tierras y otros bienes. Con este fin, en el año 2019 Manos Unidas destinó casi cuatro millones de euros a 69 proyectos dirigidos específicamente a la mujer; unos proyectos que están contribuyendo a hacer realidad esos sueños de respeto, de paz y de oportunidades de miles de mujeres. Mujeres que, ante todo y sobre todo, son personas.
María José Hernando
Dpto. de Estudios y Documentación de Manos Unidas.