Si queremos mirar a un futuro mejor, hoy que celebramos el Día Mundial para la Prevención del Abuso Infantil, tenemos que poner nuestro foco en la educación de la afectividad y sexualidad de nuestros hijos y alumnos para que puedan disfrutar de forma “madura” del “regalo maravilloso” de la sexualidad (Amoris Laetitia, 150). En la prevención a largo plazo, antes de lo “negativo y normativo” está la vivencia “positiva e integradora” de la sexualidad y el erotismo, la maduración de las emociones, la humanización de los impulsos. 

La educación afectivo-sexual es urgente en esta sociedad donde todo son emociones, sentimientos, afectos, pasiones. Nos educan la razón y la voluntad, la cabeza y las manos, pero muy poco el corazón. Muchas familias y colegios no saben qué hacer y cómo hacer.  Se sienten con miedo y con un poco de desorientación en esta sociedad cada vez más tolerante y permisiva que no siempre humaniza e integra el corazón con sus mensajes. Por eso es necesario no dejar abandonados a nuestros hijos y alumnos, a nuestros menores y jóvenes, y caminar con ellos en la educación afectivo-sexual. También muchos adultos están perdidos y sin criterios.    

El papa Francisco señala que necesitamos una positiva y prudente educación sexual y nos llama a preguntarnos si nuestras instituciones han asumido este desafío en el marco del amor, de la donación, del camino del autoconocimiento, autodominio y del encuentro (Amoris Laetitia, 280). En España tenemos que reconocer con humildad que es todavía una asignatura pendiente, aunque se están empezando a dar pasos.  

Desde Escuelas Católicas y la Universidad Comillas llevamos dados ya más de 30 cursos de educación afectivo-sexual por los que han pasado más de 1.000 profesores. Personalmente publiqué un libro sobre estos temas. 

Son pequeños pasos, pero hay que pasar de la pasividad a la actividad, de los miedos al coraje pues nuestros hijos y alumnos no pueden crecer sin criterios. No es lo mejor que ellos elijan, se autodeterminen, descubran lo nuevo escuchando a los medios y los amigos. ¿Es que la familia y la escuela no van a despertar y orientar a sus hijos y alumnos? No nos damos cuenta que la cultura no educa equilibradamente la afectividad y la sexualidad. La pornografía junto con el móvil entra a los 11-12 años en la vida de los menores, el alcohol se abre paso en el ocio a los 15 años, las redes sociales llenas de posibilidades e intercambios… y todo ello sin voces adultas que les orienten y acompañen en su camino. 

Los padres tienen cuatro ámbitos claros que tienen que formar en el niño:

  1. Querer, cuidar y amar incondicionalmente a sus hijos tal y como son. La base de su autoestima y que se sientan valiosos está en quererlos más allá de ser guapos o feos, inteligentes o torpes, capaces o incapaces, simpáticos o antipáticos. Ellos tienen que sentir que les valoramos y queremos. Esta confianza-seguridad básica funda el aprendizaje afectivo-sexual más importante: “puedo querer y ser querido”, los vínculos afectivos existen y son maravillosos, la vida tiene sentido. Así, al crecer, se abrirán a otras personas, arriesgarán, sabrán amar y ser amados.
  2. Ser cercanos, disponibles, cálidos y cariñosos. Para una buena intimidad sexual hay que aprender en infancia a mirar-ser mirado, tocar-ser tocado, acariciar-ser acariciado, abrazar-ser abrazado, consolar-ser consolado. El lenguaje de la intimidad se aprende primordialmente con los padres en infancia y es importante mantener ese clima de una comunicación íntima para que puedan acudir cuando necesiten contar penas y alegrías, hacer preguntas. 
  3. Ser modelos de valores sociales, éticos y solidarios, de trato digno e igualitarios. Los hijos aprenden de los padres cómo son los hombres y mujeres, cómo se tratan y cómo se quieren. El maltrato, la falta de respeto, la mala educación, la discriminación son el peor ejemplo para los hijos. Por el contrario, los cuidados mutuos entre padres son la mejor escuela para aprender a quererse. 
  4. Informar y responder a sus preguntas e inquietudes de modo positivo, sincero, natural. Darles las informaciones más básicas y hablarles de los riesgos más graves: abusos, violencia, sida, ETS. Decirles que no guarden secretos y que confíen en ellos (ante abusos, etc.), que les van a creer, cuidar, apoyar siempre.  

En la escuela es fundamental que se realice una educación afectivo-sexual completa, sistemática, crítica, objetiva, adaptada, profesional y que reciban la orientación del ideario del centro. La escuela tiene que formar en una ética mínima en estos temas y también proponer la ética de máximos del ideario del centro. Ideas e ideario, nunca ideologías. Todo ello desde ciertos valores centrales como el respeto a la intimidad, la igualdad en las relaciones y el valor del afecto y del compromiso en el camino del amor.

Para ello, hoy que celebramos el Día Mundial para la Prevención del Abuso Infantil es fundamental recordar en las casas y los colegios la importancia de educar los afectos. Hoy se hace fundamental volver a recuperar las virtudes para formar sujetos y hábitos del corazón. Es necesario inclinar el corazón a lo bueno y lo mejor en la afectividad y la sexualidad. Para ello será importante como padres y maestros la labor de ajustar y equilibrar (templanza), de poner límites y estimular (fortaleza), de ponderar las consecuencias (prudencia), de considerar el trato con los otros (justicia). En nuestras sociedades del bienestar, la felicidad no está en la satisfacción del deseo sino en la maduración del deseo. Esa es la tarea.  

Y, desde la fe, hay que proponer desde el Evangelio, al menos, unos mínimos claros que pueden ser para muchos una buena noticia y un aliento: la profunda vinculación del amor y la sexualidad, el respeto al otro y su dignidad (sagrada), la fidelidad y el compromiso en la relación, la donación y entrega al otro, el encuentro y la amistad con el otro. 

Estas maravillosas tareas de establecer vínculos profundos, transmitir valores y virtudes esenciales al corazón, creencias arraigadas para el camino de la vida, son la mejor prevención para un mejor futuro. 

Javier de la Torre
Director del Departamento de Teología Moral y Praxis de la Vida Cristiana. Facultad de Teología. Universidad Comillas