Cuando desde el equipo directivo se comunica al personal que ha llegado ya el momento de la evaluación para la obtención del Sello de Excelencia en Gestión Educativa de Escuelas Católicas  y se fijan las fechas en el calendario, no hay reunión en la que no se pregunte: ¿qué me pueden pedir?, ¿qué me van a preguntar?, ¿y si no entiendo lo que me piden?, ¿en realidad esto después para qué nos sirve?

Las respuestas las encontramos en las razones por las que elegimos la evaluación de la excelencia educativa de Escuelas Católicas.

1. La evaluación va a ser de lo que realmente NOS importa.

No solo no nos van a pedir nada que no hagamos, sino que lo que más nos van a pedir es aquello en lo que ponemos más fuerza, aquello que realmente nos importa como colegio católico. Y eso es lo que se va a poner en valor. La elaboración por parte del servicio de calidad de EC de la Guía de interpretación del Modelo EFQM de Excelencia para centros e instituciones de Escuelas Católicas fue el documento, que además de facilitar o adecuar el modelo EFQM a un centro educativo, puso en valor nuestra misión, nuestra razón de ser y el motivo por lo que hacemos todo lo demás. Todo lo nuestro cabía en ese modelo de gestión y a la vez era una herramienta eficaz para transformar, adecuar y mejorar nuestra acción evangelizadora a través de la educación. La pastoral que realizamos no solo en las aulas, sino también con el personal, las familias o con nuestra implicación e impacto en la vida de la Iglesia local y universal, quedaba plasmada como aspecto clave al lado de indicadores académicos. La gestión económica queda claramente interpretada al servicio de la misión y el aspecto medioambiental valorado desde la sensibilización y realización de proyectos locales propios de un centro escolar, sin tener que excusar el no tener acciones o mediciones más propias de una central nuclear. Desde el enfoque hasta el resultado, la evaluación de la excelencia educativa de Escuelas Católicas se centra en lo que somos y en lo que hacemos, y de eso se trata.

2. Los que nos evalúan “son de casa”.

Acostumbrados a evaluar lo que se ha trabajado en el aula y además en diferentes niveles adaptándonos al alumnado, nos sentimos indefensos ante procesos de evaluación cuando el que evalúa es alguien totalmente ajeno/externo, desconocedor de nuestro trabajo, de nuestra cultura, de los entresijos de departamentos, equipos, actividades de pastoral o gestión del concierto. El vocabulario muchas veces desconcierta cuando no descoloca o intimida. La profesionalidad como evaluadores del Club de Excelencia y la experiencia como directores y profesores de sus colegios, semejante al nuestro, hace que la evaluación sea significativa y las aportaciones a lo largo de la evaluación y recogidas en el informe, aporten valor y sean un enriquecimiento para el camino emprendido hacia la excelencia.

3. Voluntad de que se reconozca nuestra marca, prestigio e imagen.

Todos sabemos que el valor de una marca va unido a su reputación, a sus valores, cualidades, éxito y resultados conseguidos a través del tiempo. Somos una marca con prestigio. Si algo tenemos es “tiempo”. Nuestro recorrido, el presente y el futuro que diseñamos, inspiran confianza, buen hacer, seriedad, calidad. Sabemos que está ahí, que es la percepción de nuestro personal, familias, antiguos alumnos, incluso la Administración, aunque a veces no seamos reconocidos. Se nos ofrece la oportunidad de crear esa imagen que es la suma del prestigio de todas nuestras instituciones. No tenemos que esperar para medir nuestro impacto y la fuerza o el reconocimiento de nuestra imagen a leyes que nos hagan salir a la calle incluso en pandemia. Para Escuelas Católicas la creación de este reconocimiento es la oportunidad de visibilizar y poner en valor la excelencia educativa de todos sus centros. Es su labor acompañar, facilitar los medios, a través de su servicio de calidad, a todos los centros que emprenden este camino, pero también “hacerla valer” a través de su difusión y reconocimiento. A los centros educativos EC nos queda creer que tenemos una imagen de marca común que crece conforme la compartimos. En nuestro caso la unión hace la fuerza, ya lo sabemos. Lo que a lo mejor no nos hemos planteado es que la unión, en nuestro caso, también hace la diferencia.

 

Mª Elena Valiente y López de Briñas
Directora Colegio Pureza de María (Los Realejos, Tenerife)