Cada 10 de octubre se celebra el Día Mundial de la Salud Mental. Este año el lema elegido es “Trabajo y salud mental, un vínculo fundamental”. Hace un año, reflexionábamos en este mismo espacio sobre la necesidad de “Cuidar al que cuida”, poniendo el foco en el cuidado de los docentes con propuestas esperanzadoras.

Imagen creada por el diseñador Antonio Lorente, para la Confederación Salud Mental España

Sin duda, gran parte de esa responsabilidad la tienen los equipos directivos de los centros. Pero ¿quiénes cuidan a los equipos directivos? No olvidemos que muchos de ellos están formados por hombres y mujeres que, tras una amplia trayectoria profesional en el centro y una clara identificación con el carisma de la institución, han aceptado el encargo de la titularidad para asumir un cargo directivo en su colegio, su casa. Esto supondrá para empezar, separarse de los que hasta ahora eran compañeros de fatiga, para ocupar un despacho al que normalmente solo llegan quejas o problemas. No conozco a ningún miembro de ningún equipo directivo que haya asumido el cargo por su compensación económica, que es bastante simbólica. Normalmente, detrás de ese paso al frente, hay mucha vocación de servicio, de responsabilidad y de llamada. 

Hoy no hablaré de datos, mejor compartiré una historia real y cotidiana.

Carmen se despierta a las 6:15 cada mañana. Debe llegar la primera al colegio para abrir las 14 aulas que tiene a su cargo. Hoy tampoco ha vencido la tentación de no encender los datos del móvil antes de salir de casa… Inmediatamente el globo verde le indica que tiene 5 notificaciones sin leer: 3 mensajes de Alberto que está enfermo, otro de Emilia que llega tarde por retrasos en Cercanías y uno más de Jose que le retrasan la cita médica y llegará después del recreo. “Empezamos bien …”. Mientras enciende el coche, hace el encaje de bolillos para que todas las ausencias queden cubiertas. “Tomás me mata: la quinta guardia en dos semanas, y encima sin tarea para los chicos…”.

Tras sonar el timbre y que entren los últimos rezagados, siente que ha superado el primer reto del día: todos en clase con profesor. Solo son las 8:15. Abre el ordenador y encuentra correo urgente: este curso toda la documentación hay que subirla a la plataforma de la Consejería. Sabe que duplicar la información cargada al inicio de curso en su sistema, le llevará al menos 30 o 40 horas de trabajo. Seis correos de padres: quejas de un profesor, solicitud de una entrevista… Se dispone a contestar a un estudiante de máster que solicita hacer prácticas, cuando irrumpe la delegada de 1ºC: “Carmen, me manda la profe, ven corriendo: Inés tiene un ataque de ansiedad”. Llega al aula como una exhalación, se tira al suelo y sube las piernas a Inés: “Vamos, respira por la nariz y suelta despacio el aire por la boca, tranquila, enseguida llega la enfermera”. Pero la enfermera no ha venido hoy, así que Carmen carga como puede a Inés hasta su despacho. Hace con ella ejercicios de relajación y llama a sus padres para que vengan a recogerla: “No os preocupéis, me quedo con ella mientras hago un examen oral a otro alumno escayolado”.

Mientras redacta la incidencia y comprueba que la niña no pierde el conocimiento, imprime 15 copias de un examen: la fotocopiadora no funcionaba y se necesitan para tercera hora. 

Son las 11:00 y aún no ha podido pensar en el claustro de mañana. “Lo haré esta tarde, cuando acabe de corregir los exámenes”. Oye gritos en el aula de al lado. Vicente, el profesor de Matemáticas no ha llegado aún. “Vale chicos, me quedo yo de momento… Sí… a ver si consigo que arreglen las luces de los baños lo antes posible. Paciencia…”.

Llega Vicente y con gesto serio le pide que salga: “Disculpa Carmen, estaba hablando con Álvaro. Dice que algunos compañeros llevan días burlándose de él y ridiculizándole”. Carmen se dirige a su despacho: “No por favor, abrir ahora un protocolo de acoso, lo que nos faltaba”. 

Solo son las 12:00 de la mañana. Carmen aún no sabe que tendrá que hacer una guardia, hablar con el Inspector que le pedirá estadísticas sobre el uso de dispositivos móviles, que en un rato se irá la conexión WIFI y recibirá quejas de profesores y alumnos, que le convocarán a una reunión para profundizar en la nueva ley educativa, que tres alumnos se irán del colegio sin permiso a última hora y tendrá que llamar a sus familias y preparar las amonestaciones correspondientes antes de ir a comer, que la reunión de equipo directivo de la tarde va a alargarse, y que la nueva profesora se sentará llorando en su despacho porque no se hace con los chicos y lo está pasando fatal. No es aún consciente de que tendrá que faltar por tercera vez a su clase de pilates, que su hija deberá terminar sola sus deberes de nuevo y que volverán a cenar sobras porque no le dará tiempo a hacer la compra.

Cuando a las 23:50 por fin se meta agotada en la cama, leerá los titulares del día: “Día Mundial de la Salud Mental: es necesario cuidar los entornos y condiciones laborales para promover el bienestar de los trabajadores”. Y se dormirá pensando: “quizá el próximo curso…”.

Carmen es consciente de que las tareas de cada día, las suyas y las de quienes no las hacen, las planificadas y las sobrevenidas, son de tal magnitud que no es posible abarcarlas. Carmen necesitaría:

  • Dedicarse a sus funciones para ejercer un buen liderazgo.
  • Delegar y no asumir la responsabilidad de que todo salga bien.
  • Dar por finalizada la jornada en algún momento.
  • No tener el móvil disponible a cualquier hora, cada día.
  • Dedicar tiempo a los asuntos importantes, no solo a los urgentes.
  • Ver reducida la abrumadora burocracia a la que se ve sometida.
  • Poder formarse en liderazgo, resolución de conflictos y gestión de personas.
  • Disponer de un equipo en el que pueda delegar y con el que organizar y gestionar asuntos y actividades.
  • Disponer de tiempo para planificar de forma estratégica y atender asuntos como la innovación educativa y la salud emocional y mental de su claustro y alumnado.
  • Sentir que no es imprescindible y poder preparar a alguien que pueda reemplazarle al final de su etapa.
  • Inspirar y alentar a su equipo de profesores.
  • Conocer sus límites y no sentirse culpable por no solventar los problemas que no están a su alcance.

Los equipos directivos no son entes todopoderosos que pueden con todo. Directores, jefes de estudio, coordinadores de etapa y de pastoral… Son personas que también necesitan cuidarse para poder cuidar, y que necesitan ser cuidados. Merecen nuestro aplauso y reconocimiento por su labor y dedicación, imprescindibles para que nuestros centros sigan en pie y siendo lo que son. Cuidémosles, mostremos nuestro agradecimiento, apoyemos su labor y no olvidemos que su salud y bienestar mental es necesaria para que docentes y alumnos también la tengan.

Marta Montero
Responsable Secretaría Técnica Programa Shamar – Escuelas del Cuidado de EC

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