Hoy, 9 de mayo, celebramos el Día Mundial de la Educación Católica, y ¿qué es eso? No es solo el día de los colegios concertados, ni tampoco de las universidades cristianas, sino de todos aquellos espacios educativos donde los seguidores de Jesús deseamos transmitir la vida que el Cristo resucitado desea hacernos llegar a cada persona, de manera individual, desde una invitación personal y desde el envío comunitario.
En mi vida, en la vida de cada persona, los espacios por donde pasamos son oportunidad para poder aprender y detectar la VIDA que se nos regala; lugares que nos han marcado y configurado lo que somos hoy. Si vuelvo la vista atrás podría detenerme y hablar de espacios especiales: mi familia, el colegio de Primaria, el instituto, la universidad…
No fui a un colegio concertado religioso hasta la segunda vez que hice el COU. En ese lugar (Palamós) me sentí en casa. El COLEGIO, estaba lleno de espacios y momentos en los que podía hablar de la vida y su hondón dentro de clase, donde se nos ampliaba la mirada hacia dentro y hacia fuera. El trato personalizado, el valorar lo que hacía bien, el animarme y quitar hierro a lo que no se me daba tan bien pero que a su vez debía ser mejorado con trabajo y tesón, me ayudaron mucho. Mientras me animaba me iba organizando cada vez mejor, eso me permitía tener más tiempo para estudiar, para leer y también divertirme, conocer gente nueva, con pensamiento muy diferente. Un lugar donde poder crecer, descubrirme, hacer silencio y afinar la mirada haciendo voluntariado a los más pequeños del cole.
En otro espacio, la PARROQUIA, compartía con gente de mi edad lo que vivía y sentía, tenía referentes en la fe que nos escuchaban, nos animaban, empujaban, nos confrontaban, sin efectos especiales ni pirotécnias, solo con su testimonio sencillo. En el grupo de catequesis con los pequeños transmitía como podía y casi balbuceando lo que en esos momentos se me regalaba. Mientras tanto iba sintiendo que lo que el Señor me susurraba y tenía preparado, estar con Él, lo iría encontrando especialmente en el mundo de la educación.
Pero en este Día Mundial de la Educación Cristiana; teniendo de fondo lo reflexionado y trabajado recientemente en la Asamblea General de Escuelas Católicas, tras la invitación de los dos dicasterios a “Hacer coro”; el espacio de mi vida que me sale compartir y detenerme un poco más hoy es el del CORO.
Una mujer, maestra toda ella, despistada donde las haya, tenía una firme convicción: “Solo deseo que los jóvenes a través de la música, a través del canto coral, se acerquen a la belleza y, si es deseo del Señor, puedan también acercarse a Dios”. Carmen Garriga, una religiosa de la que es ahora mi congregación, supo crear otro lugar de encuentro dentro pero también fuera de clase. Se entregó por completo y toda la vida a “la educación cristiana de la juventud y alivio de los enfermos”. A todas las generaciones que fuimos pasando por sus manos y corazón nos fue enseñando a impostar la voz, a caer en la cuenta del mensaje que había detrás de la letra de eso que cantábamos, a adaptar nuestra voz al trasfondo, acariciando cada nota en cada compás. Leído parece esto muy idílico pero también tenía genio y se enfadaba cuando en lugar de seguir la dirección de su mano y expresar lo que el artista quería, poníamos fuerza en lo que nos “daba la gana”.
De repente nos hacía parar en mitad de un ensayo, cuando parecía que iba todo bien y sonaba perfecto, solo por el gusto de admirar la belleza de la polifonía, la armonía y, entre ensayo y ensayo, íbamos aprendiendo la exigencia que se esconde detrás de la perfección, la afinación, la cohesión de todas las voces del grupo… “No se trata de que cantes bien y que lo hagas con fuerza para destacar. Solo avanzarás si, mientras cantas, eres capaz de escuchar y aprenderte las voces de los demás. Varias voces pero una sola pieza”. Nos hacía repetir una sola frase de la partitura una y otra vez, a desesperación nuestra, claro, hasta que saliera como ella se había imaginado. Pero esto no es todo, cuando parecía que ya llegábamos a lo que ella quería, cuando se conseguía ese momento de unión, de emoción profunda, de vibrato interior… se quedaba en silencio y, unos segundos después, sin decir nada y diciéndolo todo con una sonrisa, se sonrojaba. Queríamos que nos felicitara, sabíamos que lo habíamos logrado pero en lugar de esto nos hacía continuar quitando hierro a esa experiencia tan preciosa que habíamos vivido: “No ha estado mal. Vamos a continuar, no le deis tanta importancia al fin y al cabo nosotros solo hemos interpretado y lo que hoy sale bien otro día puede no hacerlo”.
Ese espacio, en la planta baja de un colegio, en horario extraescolar, los viernes por la tarde y los sábados por la mañana fue especial para mucha gente. Sin duda marcó una forma de entender la vida y en mi caso, de saber que detrás de la polifonía y también del silencio, había alguien marcando un mensaje, acompañando mis pasos y dirigiendo nuestra vida. Yo solo tenía que estar preparada y afinada.
Cantar para un coro es lo mismo que para nuestra educación transmitirLe a Él y Su estilo de vida. No se trata solo de reproducir un mensaje sino que las personas seamos capaces de interpretar de corazón, hacer nuestra y transmitir la Buena Noticia en el día a día.
Celebramos el día en el que mucha gente, como Carmen, crea espacios donde la belleza salpica VIDA en lo sencillo, siendo fieles, parándose en medio del ritmo tan intenso, contemplando los pequeños gestos, no diluyendo la esencia entre clase y clase, siendo capaces de buscar en medio del sinsentido y de parar y contemplar aunque aparentemente todo esté bien. Es cierto que hay que tener técnica, constancia, conocimiento, trabajo personal, cuidado, que cada persona pueda sentirse a gusto, pero… siempre y cuando nuestra educación sea en clave samaritana.
Celebramos el día en el que en muchos lugares deseamos ensayar para que crezcan sintiéndose responsables del mundo, parte activa y transformadora de la realidad, “una sola pieza”, en relación con los otros, poniendo los ojos fijos en aquellos que más sufren, atentos a una batuta que da entrada a todas las voces sin dejar ninguna fuera. ¿No es eso a lo que nos hemos sumado con el Pacto Educativo Global?
En este día todas las sedes de Escuelas Católicas compartimos a través de este vídeo aquellos valores que deseamos continuar regalando al mundo a través de nuestros centros, avanzando en el envío de hacer coro unos con otros, cada uno con su voz, carisma, riqueza, pero todos en Jesús.
Sigue ensayándonos, Señor y que juntos hagamos realidad el acompañamiento, la caridad, la cercanía (Hurbiltasuna), la compasión, el compromiso, el compartir (elkarbanatu), la comunión, el servicio, la cercanía, la escucha, la empatía, la fraternidad, la fe, la espiritualidad, la solidaridad, la misericordia, el testimonio… tu evangelio.
Hagamos coro y cantemos al Señor un cantar nuevo… que alaben su nombre con danzas. Para ti es nuestra música, Señor.
Dolors Garcia
Directora del Departamento de Pastoral de Escuelas Católicas