Son muchos los centros que están aplicando en sus aulas metodologías innovadoras y muchos los post y artículos en diversos medios que hacen rankings y listados de colegios a los que se les pone la insignia de “centros innovadores”.
Podríamos también nosotros hacer un amplio listado de centros y profesores de Escuelas Católicas que se han formado en nuevas metodologías a través de los diferentes programas formativos de EC y que implementan de forma exitosa en sus aulas metodologías y proyectos que intentan ayudar a sus alumnos a convivir, a aprender más, mejor y de manera significativa, no solo para aprobar un examen, sino para que los contenidos que saben puedan ponerlos en práctica en diferentes aspectos de su vida, formando personas competentes en su presente y para lo que les toque vivir en el futuro, contribuyendo a la excelencia pedagógica de sus instituciones y centros, y a la transformación sistémica de nuestra escuela inspirada en el ideario cristiano.
Pero una vez implantadas nuevas metodologías y dinámicas de trabajo por proyectos, incorporado el trabajo por competencias, o adecuados los espacios a las nuevas propuestas de trabajo entre otras muchas innovaciones, ¿cómo se comprueba que todo esto funciona en un centro?, ¿se testan sus resultados?, ¿cómo se valida que todas estas prácticas consiguen cambios significativos en el alumno?, ¿cuál es el papel del profesor y de los equipos directivos en esta mejora?
A través de diferentes post vamos a hacer un recorrido por numerosos colegios de Escuelas Católicas en los que esas innovaciones ya tienen “testados” los resultados, y en los que ya no son proyectos sino realidades que forman parte del continuo del centro, en los que se realiza un proceso planificado de cambio, fundamentado en la investigación científica, con una reflexión y evaluación continua, y transferible a otros contextos.
Analizar los resultados, evidenciando de qué forma esas innovaciones producen transformaciones relevantes en la educación de los alumnos y en los centros que las implementan, generando entre todos una red de educadores implicados y formados en el proyecto educativo católico con visión compartida, es la mejor forma de explicar en qué consiste cada propuesta y de que los más escépticos “crean” en ellas viendo lo que se consigue.
Hoy quiero compartir con vosotros la experiencia de éxito del Colegio Herrikide de Tolosa, donde convivencia, educación emocional y gestión de conflictos van de la mano.
La convivencia dentro y fuera del aula y del centro, las peleas y disputas en los recreos, el bullying, el acoso… han mejorado significativamente. Se evidencia en la cotidianeidad de los alumnos hablando, dialogando de sus disputas o desavenencias, porque lo que no se habla se enquista y una pequeñez acaba en algo más grande.
Los alumnos mayores ayudan, median y forman a sus compañeros. Podemos ver en la esquina de un pasillo una mesa con una silla a cada lado, donde dos alumnos pequeños están cara a cara hablando distendidamente, (suponemos que de algún problema que han tenido, que puede parecernos pequeño pero, que de no solucionarse, puede derivar en algo más grave). Se ve a alumnos en el patio con pañoletas al cuello, son “mediadores”, y están por si se les necesita… para detectar los conflictos en las fases iniciales, para que no se conviertan en problemas más complejos o en acoso escolar. Se trabaja en el aula el mindfulnes, y en el control de las emociones, y todo ello se refleja en el resultado del aprendizaje del alumnado, y el clima del centro.
El programa Kide sobre el que se basan todas las propuestas del centro tiene diversas herramientas como los rincones del consenso “adostokia”, para los más pequeños, en los que los alumnos que han tenido una disputa se escuchan, cada uno expone su punto de vista y llegan a acuerdos resolviendo sus conflictos de forma constructiva; el servicio de mediación escolar (alumnos de 5º y 6º de Primaria) que “median” en el conflicto y escuchan a las partes.
Los alumnos ayudantes-mediadores de 1º y 2º de ESO, con funciones más amplias que además de mediar, pueden intervenir en problemas de riesgo de exclusión, o de embajadores de los alumnos recién llegados. Los ciberkide, cibertutores o cibermentores de 4º de ESO, alumnos formados en el uso adecuado de las redes sociales y en los riesgos de su mala utilización, que forman a sus compañeros de 6º de Primaria y 1º y 2º de ESO.
Es primordial para el logro del resultado final, el papel de todo el profesorado que de forma cohesionada coordina todas las actividades, forman el equipo coordinador de cada etapa a través de los equipos de mediación, forman a los encargados, y realizan reuniones de seguimiento.
Y no menos importante el Observatorio de la Convivencia, en el que participan docentes, padres, personal de servicio del centro, y educadores sociales del Ayuntamiento, con el fin de ser una comunidad educativa que convive y previene.
Si queréis conocer de primera mano el Colegio Herrikide y algunos de los colegios de los que vamos a hablaros en los siguientes post, aquí tenéis el documental “Un viaje por la innovación educativa” de Escuelas Católicas:
Hasta el siguiente post… en el que hablaremos sobre “Evidencias de éxito en colegios que trabajan proyectos de aprendizaje y servicio”.
Ana Díaz-Güemes
@Anadguemes