Hay frases que aunque las tenemos sabidas y quizá un poco gastadas, sin embargo seguimos acudiendo a ellas como quien acude a la fuente de la sabiduría o la piedra filosofal. Y una de ellas es esa que dice que “para educar a un niño hace falta la tribu entera”. Señor, me imagino a un pobre niño rodeado por todos los de su pueblo dándole consejos, órdenes, instrucciones, correcciones, cachetes, abrazos… no me extraña que existan ermitaños y anacoretas desde hace mucho tiempo. Qué agobio.
Yo no sé si para organizar un congreso se necesita una tribu entera, pero lo cierto es que se necesita mucha gente, e incluso si les preguntásemos nos dirían que más gente. Por eso algunas veces es mejor no preguntar… truco de administrador y ecónomo…
Pero entre todas esas necesidades de manos, casi como de ángeles, también se necesitan empresas. Alguno pensará que es un sacrilegio comparar empresas con ángeles, pero bueno… se me puede permitir la comparación a modo de parábola. Que tampoco Jesús quería decir que el Reino de los cielos es una joya enterrada (¡qué materialista le habría quedado!), o una semilla de mostaza (¡qué ecológico!).
Pero si el símil se permite es verdad que hay empresas, organizaciones, que formadas por personas, se cruzan en nuestro camino para cooperar, para hacer posible aquello que queremos y anhelamos: un encuentro que suponga un refuerzo, un cuidado y un impulso para las escuelas católicas de nuestro país. Esto es precisamente lo que queremos con la celebración del XVII Congreso de Escuelas Católicas: “Ser, estar, educar… con nombre propio” que tendrá lugar en noviembre.
Estos ángeles terrenales hacen posible, dentro de lo que está en su mano, nuestro Congreso. Patrocinar hoy en día no es sencillo ni una decisión fácil: ni por el coste económico, ni por el esfuerzo de presencia y colaboración, ni por apostar por un proyecto definido y con identidad propia, ni… no voy a dar más excusas a posibles futuros patrocinadores. Pero también es verdad que sentimos y sabemos que su esfuerzo se ve recompensando (no sabemos si con el ciento por uno prometido por el Evangelio), pero sí con la confianza, relación y acogida de las entidades titulares y centros participantes.
Si en el lema de nuestro Congreso decimos “con nombre propio”, los patrocinadores también tienen el suyo. No voy a hacer la cita aquí de sus nombres (que luego me podrán decir empujados por el celo por su casa que por qué uno primero, el otro último, así todos iguales), pero sobre todo no lo hago porque creo que todos los reconocemos. Los hay históricos, los hay de años, los hay nuevos. Como la vida misma que bulle en nuestras escuelas. Personas, empresas.
Es de bien nacidos el ser agradecidos, y si comenzaba jugando con la metáfora de los ángeles quiero terminar con la referencia al nombre de una de nuestras iniciativas desarrollada en el marco del Pacto Educativo Global: “Los Guardianes del Pacto”. Hace unos días le pudimos enseñar al papa Francisco una chapa de “Los Guardianes”. “¡Está muy bien!”, nos dijo. Desde lo que significa organizar un evento como nuestro Congreso sentimos que poder contar con empresas patrocinadoras es poder afrontar el reto con “guardianes” a nuestro lado. Por eso está muy bien contar con ellos.
En el proceso de buscar y negociar con patrocinadores muchas veces tocamos puertas, que unas abren y otras ni están ni nos esperan. Es así. Pero como quien llama a puertas pidiendo un vaso de agua, confíamos y seguimos convencidos de lo importante, de por qué lo hacemos. Y si somos conscientes del esfuerzo, igual que no regateamos nuestro esfuerzo no debemos escatimar el agradecimiento. Por eso, GRACIAS.
Javier Poveda
Director del Departamento de Administración de Escuelas Católicas