Comenzamos a preparar las distintas pascuas jóvenes y mi ánimo contrasta con el de los jóvenes del equipo. Más o menos como el Miércoles de Ceniza de este año, que coincide con el Día de los Enamorados…
Por una parte, mis muchas pascuas preparadas, y los problemas anticipados de organizar cinco días para más de 120 personas de edades distintas, incluyendo adolescentes… Pensemos en las guardias nocturnas, las noches de esterillas en el suelo, las peleas con la comida o el gran reto del silencio que provoque el encuentro del joven con nuestro Señor Jesús y permita celebrar el acontecimiento de nuestra fe…
Por otra parte, su sonrisa
Para los jóvenes de mi equipo, “pascua” es experiencia de encuentro, de fiesta, de celebraciones donde el corazón se emociona y toca con una fuerza escondida dentro que es el motor para unos cuantos meses. Y lo que me inquieta, es que intuyo que ellos están más cerca de lo que significa Cuaresma que yo.
Me vienen dos anécdotas escuchadas estos días, que pueden recoger las dos posturas, la mía y la de los jóvenes de mi equipo.
En una de ellas, me contaban cómo en una comunidad hace años, en la celebración del Miércoles de inicio de la Cuaresma, se mantenía con orgullo la cruz de ceniza plantada en la frente durante todo el día, teniendo la celebración a la mañana. Era oportunidad de explicitar y explicar el signo ante otros.
Por otro lado, en una charla con una teóloga esta semana, nos recordaba las palabras de Jesús que escucharemos este Miércoles de Ceniza: “cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro” (Mateo 6, 17). Y planteaba el por qué no, junto a la ceniza, poder dar un poco de perfume, o de colonia que es más económica.
Y llega el Mensaje de Cuaresma 2024 del papa Francisco, hablando de la experiencia de libertad, de su aroma, del desierto como el lugar del primer amor… Y me suena a una pareja de muchos años juntos, con muchos obstáculos vividos (quien lleva muchos años, mucho ha superado), que celebra el Día de los Enamorados, tal vez pensando en una celebración mayor de su aniversario. Desde luego una melodía más cercana a esta experiencia que a mi actitud ante la preparación de la próxima Pascua joven…
Y me encuentro a las puertas de la Cuaresma, camino de preparación a la Pascua, donde el corazón converge hacia el Amor extremo de Jesús por mí, por nosotros, ante la decisión de ser ceniza o ser perfume enamorado.
¿Qué decir? La denuncia de mi actitud es clara. Mi necesidad de conversión queda en evidencia. Y a la vez, estos benditos jóvenes me traen el recuerdo de un perfume que en mi historia personal ocupa un lugar central.
Sí, esa mujer de Betania, con una experiencia personal profunda de liberación, desde la que se siente digna y con la esperanza de emprender un nuevo camino de Vida plena. Que se sabe gratuitamente regalada, tal vez sin buscarlo, seguramente sin merecerlo, y a la vez, profundamente vinculada a Aquel que ha sabido ver en ella lo más profundo de su ser, lo que está llamada a ser.
Y desde ese día, inevitablemente unida a Él.
Y con todo esto dentro, tengo que volver a la próxima reunión de preparación de la Pascua joven, porque en una sentada no se hace nada. Y me pregunto, ¿cómo voy a la reunión? ¿Con la ceniza en la frente o el perfume suave que llega a todos? ¿Qué experiencia de Cuaresma y Pascua quiero generar en mi grupo, en mi comunidad, en mi cole, en mi parroquia, en mi familia? ¿El gris de la ceniza que nos recuerda que “somos polvo y en polvo nos convertiremos”, o el perfume de los enamorados? ¿Qué es más necesario hoy en mis contextos?
O más importante, ¿qué es lo que prima en mi corazón? ¿Ser ceniza o ser perfume?
Yo lo tengo claro. Hoy elijo ser perfume.
Zoraida Sánchez
Departamento de Pastoral de Escuelas Católicas