Desde pequeños nos concienciaron del impacto que tendrían en nuestra vida los estudios, las notas y los idiomas para encontrar trabajo y llegar a ser “grandes profesionales”. Ahora, en un entorno completamente cambiante, resulta que lo importante, tanto a nivel personal como profesional, es ser personas capaces de controlarse, adaptarse, innovar, comprometerse o liderar; y en absolutamente cada una de esas competencias existe un elemento común: las emociones.
Llevo años analizando el comportamiento humano y la comunicación de las personas, hasta el punto de comprender que la excelencia, hoy en día, es inconcebible sin atender a la emoción. Un término tan amplio que, ni siquiera los investigadores hoy en día, se ponen de acuerdo para definir. No obstante, sí coinciden en algunas características. Hoy quiero destacar dos: se contagian y no se pueden ocultar.
Si yo no puedo ocultar mis emociones -emociones que puedo tener por vivir una experiencia, recordar un momento de felicidad o ver a otra persona emocionada-, es fácil entender que, en gran medida, las personas no somos lo que somos, sino que somos las emociones que comunicamos. Algo tan ilusionante como peligroso.
“Vivimos un momento donde parece que mostrar felicidad es más importante que ser feliz”
Vivimos un momento donde parece que mostrar felicidad es más importante que ser feliz, lo que lleva a muchas personas a malinterpretar la afirmación anterior. A finales del siglo XX nació la Psicología Positiva basada, no tanto en curar daños, sino en ayudar a las personas a encontrar sus fortalezas. Gran parte de estas investigaciones ya corroboran que las personas en estados mentales positivos aumentan su productividad, así como sus defensas del sistema inmunológico, su facilidad para tener ideas o su adaptación al cambio.
Trabajar las emociones positivas es trabajar por una vida mejor; siempre que lo hagamos con la prudencia de que el objetivo no sea parecer feliz, sino serlo.
Mi especialidad concreta es la comunicación, y me fascina el fenómeno de contagio emocional; si lo que tú sientes cada día se contagia a las personas que te rodean, ¿qué emociones será mejor comunicar a tu familia?, ¿y a tu pareja?, ¿y a tu clase?
En resumen, ¿qué emociones será mejor sentir? Creo que lo más importante que puedo decir es que gran parte de la respuesta, aunque no toda, depende solo de nosotros.
Javier Cebreiros | @cebreiros | www.cebreiros.com
Ponente en el XIV Congreso de EC “Emociona. Comunicación y Educación”