La comunicación de la Iglesia existe desde siempre, no es algo nuevo porque la comunicación es algo consustancial al ser humano y por tanto también a las organizaciones, luego también a la Iglesia.
Después de más de veinte siglos comunicando algo sabrá y mucho habrá hecho bien, pero ahora se encuentra, como todo ser humano y toda organización, en un punto de inflexión que viene marcado por la evolución de la comunicación en el siglo XXI. Su desarrollo y sus derivadas pasan por conceptos como la posverdad, el storytelling, la inmediatez, la personalización, la falta de atención, el metaverso o la inteligencia artificial. Podría parecer que todo esto está muy alejado de los mensajes eclesiales, a priori muy anclados en otra época, pero lo cierto es que hay una corriente de cambio que comprende, tal y como señala el propio papa Francisco, que la comunicación tiene el poder de tender puentes y enriquecer a la sociedad; así como tiene la responsabilidad de desenmascarar la mentira y la posverdad, de ayudar a centrar la atención en lo importante y de contar a cada ser humano la historia de redención y amor de Jesús.
Hace unas semanas tuve la oportunidad de charlar con Mª Ángeles Fernández en el episodio 14 de «Maestros en la educación», el podcast de Escuelas Católicas . Como periodista especializada en Iglesia me gustó su percepción positiva de las grandes cosas que esta empieza a hacer y, aún reconociendo que existen aún fuertes resistencias, transmitía que el camino ya se ha comenzado a andar. En este contexto, Mª Ángeles Fernández nos trasladó su preocupación por el discurso del odio que se está extendiendo en redes sociales y aquí es donde la responsabilidad de la Iglesia, de esa Iglesia que es jerarquía, sí, pero sobre todo es pueblo de Dios, adquiere todo el sentido; porque con su mensaje de Amor deberá tratar de hacer frente a ese discurso del odio cada día más extendido.
Pantallas Amigas recoge en su web un estudio sobre Comentarios negativos en redes sociales realizado por Fundación MAPFRE y la Universidad de Deusto, que revela que cerca de un 26% de los encuestados ha sido objeto de ciberacoso, un 40% desde el anonimato y un 55% desde perfiles desconocidos, y que las consecuencias de este revierten en su salud física, mental y emocional, reaccionando con ansiedad, miedo, tristeza y problemas de sueño.
Nuestra sociedad está enfermando por muchos motivos y el mal uso de las redes sociales es uno de ellos. No podemos mirar para otro lado ni pensar que esto no va con nosotros, con nuestros hijos o con nuestros alumnos. Utilicemos la comunicación en educación, la comunicación de Iglesia y la comunicación personal, como fuentes de cuidado y de encuentro que ayuden a sanar y construyan esos puentes que tanto necesita nuestra sociedad.
Victoria Moya
Directora del Departamento de Comunicación de Escuelas Católicas