El conocimiento de nuestra voz, su proceso de creación, así como la morfología anatómica que produce nuestros sonidos y crea los fonemas se convierte en una parte fundamental para poder conocer nuestro mensaje, y transmitirlo de manera adecuada al auditorio que nos escucha.

Este conocimiento también debe ir unido al del soporte o canal a través del cual difundimos nuestro mensaje para evitar una distorsión del mismo o una falta de atención e interés en nuestro público.

El dominio del uso de la voz según sus diferentes registros, así como los diferentes tonos que debemos utilizar y que se acompañan además de los silencios son un elemento fundamental para obtener una atención adecuada de cada una de las partes de nuestro mensaje.

Las curvas de entonación o tonemas, permiten cambiar el ritmo de nuestra locución evitando discursos monótonos, y ayudando al ritmo y a la creación de curvas de tonalidad para una correcta locución.

Las nuevas tecnologías y la implantación de un nuevo sistema de comunicación provocado por la pandemia, ha instalado en nuestra sociedad nuevas formas de transmitir nuestros mensajes y de comunicarnos a través de herramientas que hasta ahora nos eran desconocidas.

Además, es importante, obtener un buen conocimiento de las técnicas de articulación fonética en la lectura para una correcta pronunciación de cada una de nuestras palabras y un buen uso de las mismas. El conocimiento de los silencios, radica en saber cuándo tenemos que hacer una pausa para respirar sin que pierda intencionalidad nuestro mensaje.

A todo esto se une la importancia del lugar donde proyectamos nuestra voz, las condiciones acústicas de la sala, el conocimiento de los recursos sonoros que podemos utilizar, y la combinación armónica de todos ellos. Los sonidos y fonemas, deben ser pronunciados teniendo en cuenta el punto de articulación, el modo de articulación y la intensidad de salida de aire.

El cuidado de nuestra voz, además pasa por conocer cómo se crea. Los registros utilizados en el uso de la voz pueden centrarse en tres: coloquial, institucional o informativo, e interpretativo. Dentro de cada uno de estos registros se puede utilizar un tono diferente, que normalmente distribuimos en tres niveles: alto, medio y bajo.

Es muy importante distinguir entre tono y volumen, algo que es especialmente evidente cuando tomamos como referencia una partitura musical, y vamos cambiando de nota, no de volumen. Por otra parte, la dicción es la correcta pronunciación de cada uno de los sonidos y fonemas, para los que nuestra propia anatomía vocal debe prestar especial atención en el punto y modo de articulación, o lo que es lo mismo, dónde debe colocarse la lengua para generar un sonido, y cómo debe permitirse la salida de aire para que se genere ese sonido.

El sonido que produce nuestro cuerpo a través de la salida de aire que se desprende de nuestra boca, está creado por una vibración de las cuerdas vocales por el paso del aire, y una apertura y punto/modo de articulación. La salida de nuestro aire para generar sonidos debe ser una respiración diafragmática, donde la postura corporal es vital para que esta salida diaria sea correcta. 

Otro factor importante es el de los resonadores, o lo que es lo mismo: nuestro cuerpo genera resonancia para que se escuche nuestro sonido, donde nuestra caja torácica es el elemento más importante. La colocación de la voz en cuanto a la proyección de la misma está íntimamente relacionada con todos estos factores, es decir, una correcta respiración diafragmática para una salida de aire que permita que haya una resonancia adecuada.

Para diferenciar correctamente, las claves que determinan una adecuada producción de la voz, o lo que es lo mismo, de los sonidos que emite nuestro cuerpo, debemos diferenciar entre dicción, articulación y respiración.

Cuando aprendemos otros idiomas, una de las primeras cosas que se nos enseña es cómo se pronuncian sus palabras fonéticamente. Un fonema es la articulación mínima entre un sonido vocálico y consonántico. Este sonido generado por el fonema, hace referencia a la vibración de las cuerdas, que puede ser sorda o sonora, el punto de articulación, y el modo de articulación o salida de aire.

En base a esto existen fonemas según el modo de articulación que clasificamos entre orales y nasales. Los orales son las oclusivas, fricativas, africanas, vibrantes simples, vibrante múltiple, o laterales. Según el punto de articulación, en relación con los órganos de la cavidad bucal que los produce, los fonemas son bilabiales, labio dental, dentales, alveolares, palatales, velar e interdental. En cuanto a las vocales podemos hablar de vocales fonéticamente altas, medias o bajas. Y en este sentido diferenciar las vocales anteriores centrales o posteriores.

Todos estos aspectos técnicos nos ayudan a mejorar nuestra dicción y a conocer mejor nuestra fonética. Cuando nos enfrentamos a una palabra que no conocemos, lo más adecuado para familiarizarnos a su pronunciación es buscar su pronunciación fonética. Existen morfológicamente fonemas que cuando se juntan nos dificultan la correcta pronunciación de cada una de sus letras, por una complicada combinación de puntos y modo de articulación (por ejemplo, la s y la r).

En este sentido, los diptongos en muchas ocasiones nos dificultan la pronunciación de los fonemas y tendemos a silenciarlos o a pronunciar la combinación de fonemas erróneamente.

En cualquier caso, el correcto uso de la voz pasa por la dicción, pero también por el adecuado empleo de los silencios, el manejo adecuado del tono en cada uno de las comunicaciones, los registros adecuados a cada auditorio y/o mensaje y, por supuesto, una correcta preparación previa de nuestro cuerpo (ejercicios de calentamiento).

A pesar de tener todas estas variables controladas, la magia de la comunicación pasa por la capacidad para que nuestro lenguaje sea el adecuado y conecte con nuestro público. Para eso también es conveniente trabajar técnicas de improvisación cuya clave radica en dirigir nuestro mensaje hacia los campos de conocimiento que dominamos y donde nos sentimos cómodos para poder “rellenar” nuestro tiempo no previsto.

De todas maneras, hay que diferenciar entre la improvisación para ganar tiempo ante un imprevisto, de la improvisación como elemento comunicativo que genera contenido y conecta con nuestro público. La improvisación es un elemento básico para generar naturalidad en nuestro discurso, pero debe caminar sobre una base preparada y trabajada. Ya lo dijo Winston Churchill después de una de sus más aplaudidas oratorias: “les aseguro que he preparado minuciosamente esta improvisación”.

Alfredo Arense
@alfredoarense

 

* Descubre en estos vídeos la magia de la comunicación y el poder de la oratoria de los que habla Alfredo Arense en este post.