Este mes de junio tenemos por delante grandes retos educativos y democráticos. Desde hace 52 años la Asamblea General de las Naciones Unidas nos invita a celebrar el 5 de junio el Día Mundial del Medio Ambiente, el día que nos recuerda nuestra responsabilidad en el cuidado de nuestra Casa Común.
Como educadores en las escuelas católicas, la encomienda de nuestro Creador, la llamada a ser fieles administradores de su Creación, debe resonar en nuestras entrañas más profundamente aún este 5 de junio. Por otra parte, la vocación profética de la persona cristiana en cuanto a esa llamada para custodiar la Creación, también debe ser ejercida de manera responsable y consciente en las elecciones europeas que se celebran entre el 6 y 9 de junio.
Nos recuerda nuestro querido papa Francisco en su encíclica Laudato Si’ que “Todo está conectado. Por eso se requiere una preocupación por el ambiente unida al amor sincero hacia los seres humanos y a un constante compromiso ante los problemas de la sociedad”. (Laudato Si’, 91).
¿No arden nuestros corazones de docentes para poner en marcha programaciones curriculares que interconecten todas las áreas educativas al servicio y cuidado de la Creación? ¿No fluyen en nuestros consejos escolares y claustros de profesorado las ideas para programar para estos cuidados?
La creación y cuidado de huertos escolares y rincones para el fomento de la biodiversidad de flora autóctona y espontánea, y para favorecer la llegada de pequeños invertebrados polinizadores en los patios y jardines escolares, puede ser lugar para desarrollar el currículo escolar desde todas y cada una de las áreas de la Educación Primaria, desde Ciencias de la Naturaleza, hasta Educación en Valores Cívicos y Éticos, pasando por Educación Plástica y Visual o por la Educación Religiosa. El rincón del huerto escolar puede ser un lugar de visita para la meditación y oración al más puro estilo de san Francisco de Asís, cantando las maravillas de la Creación, y para la observación de los ciclos lentos de la naturaleza, sin prisas y sin pantallas digitales.
Un estudio de auditoría energética en el centro educativo con alumnado de Secundaria, puede ser una herramienta para la elaboración de un plan de medidas de ahorro de energía en el centro educativo (ahorro energético y también económico). Pero también puede ser un incentivo para analizar las distintas fuentes de energía, y la procedencia de los combustibles en el mundo y la repercusión social y ambiental de la extracción de dichos combustibles para los habitantes de estos países. El análisis y reflexión sobre la injusticia climática derivada del uso de combustibles fósiles en nuestras sociedades, puede realizarse desde las áreas de Ciencias Sociales, Desarrollo Personal, Ciudadanía y Cívica, o de Educación Religiosa.
La elaboración de un plan para un patio escolar de “residuo cero” en los recreos de Educación Infantil, puede ser promovida desde un diálogo enriquecedor con las familias y también con los comercios de cercanía en el barrio. Se pueden establecer medidas para potenciar la alimentación a base de frutas y verduras de temporada, y productos de cercanía, y también evitar el uso de utensilios de un solo uso. Además, se puede añadir un estudio de la repercusión positiva para la salud, corporal y mental, del consumo de alimentos que no hayan sido tratados con pesticidas o fertilizantes artificiales, y así potenciar la dignidad del trabajo de agricultores de pequeñas granjas de cultivo extensivo.
El Papa en el mensaje de su Pacto Educativo Global de 2019 nos recuerda “la invitación al diálogo sobre cómo estamos construyendo la casa común y el futuro del planeta, y la necesidad de invertir los talentos de todos, porque todo cambio necesita un camino educativo para hacer madurar una nueva solidaridad universal y una sociedad más acogedora”.
Un análisis de nuestras formas de desplazarnos, nos hará tomar conciencia de cuáles son las prioridades en nuestras vidas. Los desplazamientos escolares a pie y en bici generan ciudades amables y seguras, ciudades para la convivencia y el diálogo, donde prevalecen los ritmos humanizados y no los “mecanizados”. La elaboración, junto a las familias, y a las autoridades municipales, de una serie de recorridos seguros a pie o en bici desde los domicilios hasta el centro escolar, a modo de Pedibús o Bicibús escolar, será una manera de tomar conciencia de estas prioridades. Una vuelta a un estilo de vida más sobrio y amable, sin prisas y… ¡sin malos humos! Porque esta es una de las mejores maneras de reducir el consumo de combustibles fósiles. La meta de no sobrepasar en más de 1,5ºC la temperatura media del planeta, depende de la eliminación total del uso de combustibles fósiles. Y en esta “descarbonización” juega un papel importante nuestros desplazamientos escolares cotidianos. Recordemos que una transición energética justa implica el apoyo de las economías dependientes de los combustibles fósiles para que todas las comunidades, incluido el Sur Global, tengan la capacidad de diversificar.
Como nos pide el papa Francisco, busquemos este compromiso de manera comunitaria: con las familias, el equipo docente y no docente, el alumnado y con la sociedad de todo nuestro planeta.
Irene María del Pozo Gómez
Pedagoga social y ambiental, y colaboradora del Movimiento Laudato Si’ en el rol de EU In-Country Programs Coordinator