Los que han estado o están trabajando o estudiando en un centro educativo saben bien de qué les vamos a hablar, porque el “arte del disimulo” es un valor muy cotizado en el mundo educativo. Sabemos que hay centros que tienen los presupuestos tan ajustados que cualquier pequeña obra o arreglo inesperado, por insignificante que sea, supone un esfuerzo y una preocupación enorme. Cuando estos pequeños inconvenientes aparecen, algunas veces, se pone en marcha una gran maquinaria llamada disimulo. En un centro escolar hay muchísimos ejemplos y muy gráficos en torno al disimulo.
Si caen algunos azulejos de clase, por ejemplo, se coloca un papel continuo para cubrir la superficie de forma estratégica, rápida y económica. De esta forma, las personas que transitan por esos pasillos observando los trabajos de los alumnos enmarcados en un precioso color chillón de fondo lo que menos se piensan es que, debajo de tanto arte, hay algo que no debe ser visto.
Los educadores del comedor nos podrían contar múltiples anécdotas de esta técnica cuando levantan las servilletas de un plato y se encuentran restos de aquello que no se quiere ver; o nuestros compañeros del servicio de limpieza cuando aparece bajada la tapa del WC porque lo que en realidad oculta son dos rollos de papel higiénico enteros taponando el agujero en el mejor de los casos; o alguien en el recreo mirando hacia los lados antes de tirar un papel en el suelo; o cuando los educadores encuentran un grafiti en el lugar menos deseado y varias cabezas se agachan a la vez al realizarse la famosa pregunta: ¿quién ha sido?
Ya en los primeros años de vida los seres humanos nacemos con esa habilidad tan grande para ocultar cosas y echar a andar con disimulo haciendo ver que estas no están. Podemos llegar a creer que lo que hacemos, si no lo vemos, si lo tapamos o silenciamos, deja de existir.
El disimulo que aparece ya desde niños no va menguando, al contrario, a medida que nos hacemos adultos aumenta casi de forma “natural” hasta el punto de llegar a normalizar el tapar informaciones, negocios, dinero, noticias… hasta los derechos de algunos seres humanos; situaciones al fin y al cabo llenas de injusticia y falta de fraternidad. Nos dice el Papa: “Nos hace falta reconocer la tentación que nos circunda de desentendernos de los demás; especialmente de los más débiles. Digámoslo, hemos crecido en muchos aspectos, aunque somos analfabetos en acompañar, cuidar y sostener a los más frágiles y débiles de nuestras sociedades desarrolladas. Nos acostumbramos a mirar para el costado, a pasar de lado, a ignorar las situaciones hasta que estas nos golpean directamente” FT 64.
Jesús era buen conocedor de este arte y quería poner en evidencia que tarde o temprano lo que existe, aunque sea ocultado o silenciado siempre vuelve a aparecer, porque la vida siempre se abre paso: nada hay oculto que no haya de ser descubierto; nada hay secreto que no haya de ponerse en claro.
¿Qué aportación estamos haciendo en nuestros colegios para evitar la cultura del silencio, descarte o disimulo ante las necesidades de nuestra sociedad? ¿Qué papeles continuos ponemos o movimientos de cabeza hacia un lado ante las personas más necesitadas?
La belleza de la educación permite crear en la persona un itinerario que dé movimiento y sea, no solo transformador en ella misma, sino que se genere un mecanismo alrededor en todo lo que le rodee. Hay que velar en cada familia, en cada aula, en cada área, en cada espacio, en cada educador, en cada encuentro… para que, lo que esté dentro y habitado por Él salga a la luz y posibilite desarrollar en cada niña, adolescente, en cada persona, el arte de la escucha y la mirada hacia el otro como antídoto al disimulo o ignorancia.
El Papa ha hecho un llamamiento al mundo en clave educativa y global, nos urge a crear alianzas o pactos para hacer frente a diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros y ser capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras.
Iniciamos la campaña en Escuelas Católicas “Juntos somos luz” para sumarnos al Pacto Educativo Global, un pacto que debe comenzar por cada uno de nosotros, en lo local, en lo secreto y oculto. Nadie puede hacer este camino por nosotros, se nos invita a velar por lo más auténtico y original. Como entidades de iglesia y que no solo seguimos a Jesús, sino que nos dedicamos a Anunciarle, debemos vivir aquello que predicamos disponiéndonos al cambio y a transformar el disimulo en apertura interior, diálogo, red, alianza de amor de unos con otros tal y como sigue empujando el Espíritu desde el principio de los tiempos. ¿Estamos dispuestos a sumarnos verdaderamente al pacto que quiere hacer Dios con cada uno de nosotros? ¿Queremos hacer vida Su alianza? ¡Quién tenga oídos para oír que oiga!
Equipo de Pastoral de EC
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