Comenzamos este Miércoles de Ceniza el plan renove más completo que conocemos y que nos regala la Iglesia; se llama Cuaresma. Sí, hemos escuchado bien: plan de renovación y de ayuda destinado a la transformación o al cambio en los “equipos” con el deseo que funcione todo mucho mejor.

La renovación a la que se nos invita como Iglesia nos pone en un movimiento mucho más completo que el de la cinta corredera que algunos tienen en casa. El plan renove no va de agotarse y sudar mucho sin moverse del sitio donde estás. No es ese tipo de movimiento. Lo que se nos propone es entrar en un proceso de transformación que puede llevarnos lejos de donde estábamos; hacia una dirección más interior, honda y habitada por Dios. Es ese lugar donde la mirada se dirige hacia aquellos que Él mira con predilección y otros prefieren desenfocar. Su invitación moviliza cada paso, por pequeño que sea, saliéndonos al encuentro rostros, situaciones, lugares, grupos… que cambiarán nuestro corazón de piedra por uno más humano y Suyo.

¿Y cuánto tiempo se nos da para acogernos a este plan? Solo hace falta ojear la Biblia para encontrar relatos con una cifra que se repite:

40 días con sus noches los que estuvo lloviendo hasta que las aguas volvieron a su cauce después del diluvio.
40 fueron los años de andadura por el desierto de la mano de Moisés y
40 los que Israel estuvo alimentándose del maná en el desierto.
40 los años que reinó David y
40 días los que Jesús estuvo en el desierto.

A nosotros, pueblo de Dios y de la gran casa común, se nos regala también esa cifra. 40 días para darnos cuenta de que Dios desea encontrarse con cada uno y de que nos transformará, si nosotros queremos.

En este año infinito cuaresmal de pandemias que no terminan y con estos meses que nos están tocando vivir tan llenos de desierto y de aridez, parece que lo que nos apetece es pasar directamente a la fiesta de la Pascua olvidándonos del gris ceniza, del perdona a tu pueblo Señor, y cantar bien fuerte: ¡Resucitó, aleluya!

Pero, si eliminamos la Cuaresma, ¿no estaríamos cometiendo un error y se nos escaparía algo importante? Quizás eliminaríamos de golpe la experiencia de salvación, fidelidad, amistad y amor forjada a lo largo de los años por tantas generaciones. Quizás no gustaríamos Su alianza, pasaríamos de largo de esa fidelidad suya que no caduca en el tiempo y que alarga sus abrazos superando las 40 veces 40.

No huyamos de escuchar que no hay resurrección sin pasar por el misterio de la muerte; que no hay vida plena sin haber pasado antes por el vacío, la incertidumbre, el sinsentido, la tristeza o el dolor tras una pérdida. Pero no nos quedemos solo aquí. Trascendamos y seamos agentes de cambio y VIDA.

Esperemos que este tiempo en nuestros centros se nos llene el corazón de una renovación que provoque sonrisas del modo de ser de Jesús, el de Nazaret, el que sufrió y murió pero también nos llenó y continúa llenando de esperanza con su resurrección. ¡Buen camino y feliz cuaresma!

Equipo de Pastoral de Escuelas Católicas
@pastoral_ec