Lo habíamos oído. Lo creíamos. Pero al celebrarlo de nuevo en Semana Santa hemos reafirmado nuestra fe y lo compartimos con energía renovada. Creemos que el Dios de la Vida, con su Encarnación, encumbró la humanidad hasta la divinidad, y con su Resurrección, la elevó hasta la eternidad. La Pascua alumbra y confirma nuestra fe, vence a la muerte y da sentido pleno a la vida humana. Feliz Vida, feliz pascua, feliz fe.

Ahora, fortalecidos por esta Vida que no se detiene ni ante la muerte, retomamos nuestra misión educativa. Bien podríamos sintetizar la finalidad de nuestros proyectos educadores en comunicar la Vida, que es Buena Noticia, que habla bien de lo humano y también de Dios; que no empequeñece lo humano, más bien lo ensancha y completa, lo dignifica; que transforma la vida y nos constituye en familia humana, en responsables de la casa común.

Compartir esta experiencia de la vida, en positivo, sin pedir nada a cambio, es comunicar la Vida. Esta es la esencia de nuestros proyectos educativos y, de modo específico, de la clase de Religión en nuestros centros. Esta realidad, lo sabemos por propia experiencia, está conformada por una primera Palabra de Vida y la nuestra, humana, es siempre una segunda palabra. Esta es nuestra experiencia teológica. Cómo no recordar, una vez más, a San Agustín de Hipona que lo expresó de forma inmejorable: “Tú estabas dentro de mi alma, y yo distraído fuera… Tú estabas conmigo, y yo no estaba contigo… Brilló tanto tu luz, fue tan grande tu resplandor, que ahuyentó mi ceguera… En fin, Señor, me tocaste y me encendí en deseos de abrazarte” (Conf. 10, 27, 38).

Ahora bien, para comunicar la Vida, esta experiencia mística, en diálogo con los tiempos actuales, se necesita una pedagogía que también proponemos desde lo que hemos visto y oído. Necesitamos, en primer lugar, hablar bien de lo humano, en positivo, sin reduccionismos, sin condiciones, sin descalificaciones. Necesitamos que nuestros proyectos educativos comuniquen bien lo humano, apasionadamente bien; que inspiremos pasión por la dignidad de todos y de todas y que, no solo nuestros alumnos, toda la comunidad educativa, perciba nuestro insobornable compromiso por la dignidad humana. Necesitamos despertar la dignidad de todos y empoderar la responsabilidad de su cuidado.

Solo cuando así comunicamos la Vida, solo cuando nos vean vivir apasionadamente la vida, solo cuando nuestra experiencia de lo humano sea tan plena y desbordante, la vida remitirá necesariamente a la Vida. Conviene no quemar etapas, no será posible la Vida sin la vida. Tampoco dudar del potencial de lo humano que sabemos ha sido divinizado, la vida ya contiene la Vida.

Por tanto, tenemos una experiencia teológica y otra pedagógica. Cada una tiene su orden. Y seamos conscientes de que, como dictan las matemáticas, el orden de los factores podría alterar el producto. Esto es, aunque para nosotros la Vida sea la primera Palabra, será más pedagógico cuidar la vida para que remita a la Vida.

Seguro que es esta pasión por la Vida la que recuerdan la mayoría (83%) de nuestros antiguos alumnos de la asignatura de Religión que valoran positivamente su paso por aquellas clases. Así lo evidencia el estudio del Observatorio de la Religión en la Escuela de la Fundación SM en 2020. Las actuales generaciones reconocen hoy que aquellas clases de Religión recibidas en sus etapas escolares han influido positivamente en sus vidas (79%); son porcentajes muy parecidos los que reconocen ese impacto en la vida personal y profesional. Y no solo recuerdan a los profesores de Religión de forma muy agradable, mejor que a los de otras asignaturas, también volverían a elegir esta asignatura si volvieran a la escuela y la recomiendan para sus hijos.

Hablemos bien de lo humano, comuniquemos la Vida.

Carlos Esteban Garcés

carlosesteban@archimadrid.es