“No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será también para todo el pueblo: Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Mesías, el Señor”.

“No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será también para todo el pueblo: Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Mesías, el Señor”.
“Bendito sea el Señor… por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz”, Lc (1, 67-79). Leo esta cita bíblica y pienso. Me sugiere esperanza […]
El mismo Espíritu Santo que movió a los apóstoles a abrir las ventanas y anunciar la Buena Noticia de la salvación el día de Pentecostés (cf. Hechos de los Apóstoles 2,1–47). Aquel mismo Espíritu que impulsó desde dentro de cada cristiano a proclamar el Evangelio “hasta el infinito y más allá”. Ese mismo Espíritu santificador […]
Las personas somos seres necesitados de otras personas. Siendo bebés, niños y dependientes no sobreviviríamos sin la ayuda de otras personas. Tampoco nos desarrollaríamos adecuadamente en la adolescencia ni en la edad adulta sin el acompañamiento y la ayuda de los demás.