No hace falta decir que empezar el primer día del año escuchando estas palabras del libro de los “Números”: El Señor te bendiga y te guarde, te haga ver la luz de su mirada y se apiade de ti. Que el Señor dirija la mirada hacia ti y te conceda la paz; es un auténtico regalo que entra sin anestesia dentro de nuestro ser. Digo sin anestesia porque cuando nos damos cuenta de que nuestro Dios nos «dice bien» a cada uno, nos mira, nos quiere iluminar, nos desea la paz… es como si, en medio de las dificultades que vivimos, brotara desde el fondo una fuerza nueva que nos despereza de nuestras quejas rutinarias y nos invita a HACER lo mismo y a SER esto mismo, los 365 días del año.
Acabamos de celebrar también la Manifestación del Señor a todos los pueblos y esos sabios de oriente con sus presentes de oro, incienso y mirra nos invitaban también a abrir nuestros cofres delante del buen Jesús. La fe nos regala e invita a vivir despiertos, a ponernos en camino, a dar lo mejor. Qué tremendo esto de sentir su presencia: Él te bendice, te guarda, te regala su mirada y te desea la paz.
Sentirnos bendecidos no nos quita del medio la oscuridad, pero nos ayuda a apuntar Su luz. Igual que aquellos sabios podemos hacer pequeños virajes en nuestras rutas, cambiar nuevos caminos de vuelta y sentir inmensa alegría cuando los pasos se dirigieron hacia Él, hacia su encuentro.
Sentirnos bendecidos no nos quita darnos cuenta de las personas, situaciones, líos en nuestras instituciones, dificultades por las que a veces vamos llenando nuestros cofres de vacío, perdiendo de vista esa mirada de paz cuando nos falta la estrella. Qué complicado el ser humano que viendo lo sencillo en lo tierno de un niño pequeño recién nacido nos liemos por otros derroteros, compliquemos la belleza, la ternura, la bondad y la vida que se nos regala y que habitan en nuestro ser.
Empezamos este 2025 jubilar sintiéndonos enviados a ser bendición, ser luz y ser paz y esto quiere decir año de posibilidad, de creer que para Dios no hay nada imposible y que “la esperanza no defrauda”. Tiempo de hablar y callar, posicionarnos y formarnos, movernos y pararnos, caminar y hacer pausas, de conversión, de acercarnos a Aquel que tanto nos amó y que envió a su Hijo Único.
Sentirnos bendecidos quiere decir tapiar unas falsas puertas para abrir otras que faciliten la entrada a la esperanza, a la auténtica acogida, a la posibilidad, a los encuentros desde lo profundo para que lo que el Señor quiera se haga realidad.
Su presencia nos llena de contrastes, se hace el encontradizo ante las pausas, silencios, ritmos, contrapuntos de la vida, cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo.
Enséñanos a darnos cuenta que lo nuestro es la luz, es el movimiento que nos acerca hacia el otro desde Tu mirada, con Tu estilo, a tu manera.
Que nuestro paso por la vida, incluso en lo pequeño y cotidiano, sea un gesto que apunte hacia Él, hacia el Dios que nos dice y nos ama desde siempre y hasta siempre. Frente a un mundo que se obsesiona con el “hasta cuándo”, que marca finales y caducidades a cada paso, necesitamos aferrarnos al horizonte amplio y eterno del amor de Dios.
El relato del “hasta cuándo” nos encierra en la desesperanza, nos hace creer que todo está perdido, que ya no hay vuelta atrás. Sentirnos bendecidos por la fe nos recuerda que el amor de Dios no tiene fecha de caducidad, no empieza ni termina, nos sostiene, renueva y da sentido a cada instante, por pequeño que sea.
Mientras el mundo plantea finales inmediatos, su mirada nos rescata elevándose hacia un horizonte distinto: el del desde siempre y hasta siempre. Ahí radica nuestra esperanza, ahí se enraíza nuestro compromiso diario, ahí encontramos la fuerza para seguir educando, construyendo y amando. Que cada pequeño gesto, cada palabra y cada silencio, apunten a esa certeza que no caduca: Dios nos ama desde siempre y para siempre.
Que cuando todo parezca tener una programación con un final, podamos continuar educando, solo un poquito, hacia ese infinito. Quizá sentimos que nuestra aportación no se nota, que es demasiado fuerte la inercia que nos gobierna, que no podemos atender a los 250 millones de niños y niñas que se han quedado sin escuela por los desplazamientos causados por las guerras, que en algunos sitios continúa habiendo barro en las casas y silencio en las administraciones. Quizá tenemos la sensación de que hay cosas en esta vida que se nos quedan muy grandes, pero el Hijo de Dios, un año más, ha nacido muy pequeño para crecer y robustecernos por dentro.
Viene un segundo trimestre cargado de mucho trabajo, mucha intensidad, mucho de mucho y de todo demasiado, pero necesitamos ayudarnos unos a otros para vivirlo contigo, a tu estilo, desde ti. Échanos un cable, Señor, para que esta mirada se mantenga en el tiempo y sea más fuerte que el agobio, las prisas, la calendarización, los viajes… Que esta paz que nos regalas la podamos hacer vida en comunidad, de vida y trabajo, para que tu luz nos siga acompañando en cada paso que demos y que elijamos no dar.
Gracias Señor por nacer, por manifestarte a todos los pueblos, a todas las personas. Gracias por decir Sí a la humanidad frágil y hacerte y apuntar hacia una vocación de Vida abundante, infinita.
Feliz segundo trimestre a todos.
Dolors Garcia
Directora del Departamento de Pastoral de Escuelas Católicas