El pasado siete de noviembre nos dejaba a la edad de 80 años de edad la científica Margarita Salas, que será recordada en el panorama nacional e internacional por ser una de las investigadoras más relevantes en el campo de la bioquímica. Además de su labor profesional hay que destacar su labor social como pionera, sin hacer ruido ni aspavientos, en romper barreras y poner en primer plano a la mujer en un trabajo que, hasta entonces, se consideraba más propio de hombres.
Margarita era asturiana, de Canero, un pueblo del concejo de Valdés, del occidente asturiano donde nacía un 30 de noviembre de 1938 en el seno de una familia de fuertes convicciones religiosas. Sin duda este hecho les hizo tomar la decisión de que la pequeña Margarita se educase en uno de los colegios religiosos de Gijón, el colegio La Asunción que, a día de hoy, sigue en el mismo lugar, con más de mil alumnos cada curso y continúa siendo, como entonces, referente educativo de Asturias.
Margarita entró en el colegio en 1941 a la edad de 3 años y salió a los 16 al acabar el Preu. En uno de los actos del centenario de la institución, en 2007, la científica recordaba en un discurso diferentes aspectos y anécdotas de su paso por el centro. Así, nombraba con cariño a una serie de religiosas que habían calado de una forma u otra en ella: Sor Mª Ramona, Sor Etienne, Madre Marta, Madre Josefa, Madre Isabel, Madre Elisa, Madre Gloria o Madre Carmen, entre otras. También destacaba algo que a día de hoy sigue vigente en el proyecto educativo de La Asunción: “La formación que se obtenía tanto personal como académica, era excelente y se trabajaba con mucho entusiasmo para obtener una formación integral”. De los recuerdos más lúdicos destacaba el hockey sobre hierba, la fiebre del cascayo, el juego del cache-cache, las representaciones de teatro y las partidas de futbolín. Finalizaba su alocución haciendo referencia al sentido de pertenencia a la institución: “el orgullo que sentimos al poder decir: yo he sido alumna del Colegio de La Asunción”.
Margarita siguió muy ligada al centro, especialmente a sus compañeras de clase de entonces, una de ellas, Madre Asunción Quirós, religiosa de La Asunción y trabajadora del colegio en la actualidad. Siempre que a Margarita Salas se le ha solicitado, ha acudido para actos institucionales en los que transmitía a los alumnos valores como el esfuerzo, el no rendirse, el darse a los demás, el trabajo, la humildad y la generosidad. En este sentido hay que destacar que Salas descubrió el modo de amplificar millones de veces el ADN para poder ser analizado, secuenciado y estudiado, y que la patente de este descubrimiento de la asturiana es la más rentable de la historia del CSIC dado que la científica cedió generosamente todos los derechos a la institución española.
Respecto a su profesión, su padre, que era médico, seguramente influyó en su decisión a la hora de decantarse por una carrera científica al contrario de las pocas mujeres que accedían a la universidad por aquella época, cuyas opciones se centraban más en las carreras de letras. Tras acabar sus estudios universitarios, la trayectoria profesional de Margarita Salas fue impecable desde sus inicios en Nueva York al lado del premio Nobel Severo Ochoa, hasta su regreso a España. En nuestro país se incorporó al CSIC, donde fundó el primer grupo de investigación en genética molecular de España. Allí desarrolló una línea de investigación sobre el virus phi29, al que ha dedicado su carrera científica y de cuyo estudio surge la patente anteriormente citada.
Fue también presidenta del Patronato de la Fundación Severo Ochoa, y desarrolló su trabajo como profesora vinculada ad honorem del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa de Madrid (CSIC-UAM). También fue académica de la Real Academia de la Lengua desde 2003, y censora de la Junta de Gobierno desde 2008. En 2016 se convirtió en la primera mujer en recibir la Medalla Echegaray, otorgada por la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
Margarita tenía un currículum que le hubiese permitido ser altavoz de la ciencia, estrella mediática, figura política, celebridad… pero optó por trabajar en silencio en una disciplina cuya meta es mejorar la humanidad, la creación. Margarita optó por el silencio y la humildad, por una vida dedicada, en cierta medida, a los demás, y así se nos fue el pasado 7 de noviembre, en silencio, sin llamar la atención.
D.E.P.
Fernando Gómez Gordillo
Profesor del Colegio de La Asunción de Gijón